martes, 26 de agosto de 2014

De Víctor Jara y de Desalambrar la Patria



Definir la Patria. Cuántas veces hemos utilizado la palabra Patria y qué pocos serían capaces de definirla de forma breve, clara, rotunda y precisa; con humanidad y justicia, sin prejuicios, con honestidad, equidad y pasión. ¿Alguna idea?


Ya sabemos que la Patria de la política es el dinero, la Patria de la religión es la mentira, la Patria de la aristocracia es la arrogancia, la Patria de la burguesía es la traición, y que la Patria del ejército es la violencia; y también sabemos que cuando todas estas patrias se reúnen, se construye un mundo como el que tenemos, como el que algunos disfrutan y otros padecen, como el que defienden a muerte los “comepatrias” que todos conocemos.

En 1973, le preguntaron al músico chileno revolucionario Víctor Jara, cuatro días antes del Golpe Militar en Chile: “¿Qué es Patria?”. Víctor respondió:

“Patria es el amor a mi hogar, mi mujer y mis hijos. Es  amor a la tierra que me ha ayudado a vivir; es el amor a la educación y al trabajo; es amor a los demás que trabajan por el bienestar común; es amor a la justicia como instrumento del equilibrio para la dignidad del hombre; es el amor a la paz para gozar de la vida; el amor a la libertad, no al libre albedrío, no a la libertad de unos para vivir de otros; sino la libertad de todos. La libertad para que yo exista y existan mis  hijos, y mi hogar y el barrio y la ciudad y los pueblos y todos los contornos donde nos ha correspondido forjar nuestro destino. Sin yugos propios ni yugos extranjeros”.(1)

Pocos días después de pronunciar esta lección magistral de la que muchos deberían tomar nota, Víctor Jara fue torturado y posteriormente asesinado por los golpistas en el “Estadio Chile”, hoy “Estadio Víctor Jara”, donde amputándole la lengua los criminales de la dictadura militar creyeron haber apagado su voz para siempre.

Recordar el talento y valor de Víctor Jara es recordar todas y cada una de sus canciones, es estremecerse con la valentía de la música y de las letras que cantaba: “Preguntas por Puerto Montt”, “Las Casitas de Barrio Alto”, “A Desalambrar”, “El Derecho de Vivir en Paz”, “Te Recuerdo Amanda”, ”Duerme Duerme Negrito”, “A la Molina no voy más”, “Plegaria a un Labrador” y tantas otras canciones que no debería obviarse ninguna.

Y muy a mi pesar, solamente resaltaré una de las canciones que le hicieron más popular: “A Desalambrar” (de Daniel Viglietti), un canto marxista, enérgico y solidario reclamando un reparto justo de la riqueza y una rotunda condena del latifundismo.

Hoy necesitamos tomar ejemplo de hombres como Víctor Jara: comprometidos, valientes y solidarios, para ser capaces de una vez por todas de renacionalizar la riqueza robada por políticos corruptos, es hora de desalambrar la Patria.




Luis Díaz

(1) Fuente: http://fundacionvictorjara.cl

4 comentarios:

  1. Hola Luis. Tengo que agradecerte, en tu temática habitual del blog, el traernos a viejos pensadores -considero que Víctor Jara, como cualquier otro ciudadano con pensamiento crítico lo es- cuyas ideas tienen una perfecta aplicación en nuestros días.

    Hay muchos conceptos que se han prostituido en España. Uno de ellos es el de patria. Y no podría estar más de acuerdo con tu análisis, como siempre, excelente.

    Un abrazo,

    Adrián Calvo
    Escritor en www.thespeedynews.blogspot.com

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  2. Gracias Adrián,

    Aprovecho para dedicar el post también a Violeta Parra, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, y Paco Ibáñez (al que debo un post entero), disculpándome por omitir a otros.

    Saludos. Luis

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  3. Buenos días, Luis:
    ¡Qué faltos estamos de poetas capaces de mancharse! ¡Cuántas veces no habré llorado de pura rabia, de ese dolor incorpóreo que nace de la sinrazón, al escuchar las canciones de Víctor y de Quilapayún!
    Es evidente que, en aquellos años terribles, no sólo fue Víctor Jara como compositor, poeta y cantante, quien alzó su voz en nombre de los que no la tenían. Fueron muchos más poetas y cantantes los que lucharon con sus palabras, con las palabras de otros y con esa música interna que lograba, con que sólo se atendiera, un doble efecto inaudito: herir a los injustos mostrándoles que la verdad es imborrable y abrir las mentes de los que no sabían ni qué era una injusticia.
    Sí, hubo muchos más, pero en el caso de Víctor su muerte constituyó una representación de lo que ocurría en el mundo, de lo que le ocurría a la libertad y de hasta donde había que tomar partido. 44 balazos, cuerpo torturado, dedos y lengua cortados y cortada; por expresar un pensamiento y defender una ideología que, en sí, no buscaba más que lo necesario: defender a los desfavorecidos para que se favoreciera el mundo.
    Su arma y su defensa: la palabra cantada y transmitida, la palabra capaz de demostrar lo natural y lo inconcebible, la palabra que levanta y unifica.
    De esas palabras ahora tenemos pocas y muchas al mismo tiempo. Da lo mismo el número, son propiedad de la mercadotecnia y, por esta razón, significando lo que significan, se han quedado vacías.
    El pueblo, siempre enfrentado a la misma batalla, no sólo necesita nuevos líderes y nuevas ideas para seguir combatiendo la injusticia; necesita nuevas palabras, escritas para todos, dirigidas a los que queremos y a los que odiamos, con sencillez y sin guetos culturales, sin puertas y con mucho campo para que vuelen.
    Creo que no me equivoco si aseguro que cada generación, desde la revolución industrial, ha tenido su lucha, su corriente filosófica y su poesía como ariete. Sin embargo, en este atasco generacional que supone el siglo XXI, donde se junta el espectro reivindicativo de cien años, seguiremos mudos hasta que salgan al aire, o al viento, unas nuevas palabras que, como las de Víctor Jara y tantos otros, tomen partido hasta mancharse.
    Salud, compañero.
    Manuel

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    1. Buena entrada Manuel,

      Precisamente cuando escribía el artículo, tuve también el mismo pensamiento, que tenemos que recurrir a poetas y cantautores de antes porque hoy día o no hay, o al menos yo, no los se encontrar.

      Hace unos meses ví a Paco Ibáñez en directo cerca de Barcelona, y al final del concierto le hicimos una visita de una media hora mientras nos dedicaba unos discos. La calidez, sencillez y humanidad a la vez que rabia y rebeldía que transmite este hombre es un combinado que te ayuda a entender que nuestra sociedad del consumo no es capaz de generar muchos individuos de este corte.

      Quizá Mayo de 1968 y la crisis del petróleo de 1973 alumbró la última camada de artistas rebeldes y comprometidos. Quién sabe si la crisis de 2007 ha renunciado a la transmisión de la revolución vía oral y con canciones, y tiene suficiente con la transmisión telemática pura y dura.

      Si es así, esta vez no asesinarán a Víctor Jara, pero sí perseguirán matar a la red.

      Saludos. Luis

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