domingo, 28 de junio de 2015

De Grecia y de las Mentiras de Maastricht



La Escuela de Atenas, de Rafael Sanzio

Las negociaciones fallidas de Grecia con la Troika europea y la decisión del Gobierno griego de someter a sufragio universal los parámetros de dicha negociación, parecen conducir irremisiblemente a Grecia fuera de la eurozona. La aversión de la Unión Europea hacia la democracia es un hecho indiscutible. Siguen siendo un “Mercado Común Europeo”, una institución cuya estrategia y decisiones responden a la voracidad económica, a la insensibilidad ante otras políticas, y a la proximidad a las grandes fortunas. 

El Tratado de Maastricht de 1992 simbolizó el principio de la integración política de la entonces Comunidad Económica Europea. Pasó a conocerse como Comunidad Europea, y proyectó una nueva Unión basada también en principios democráticos y en el respeto a los derechos humanos. Se dibujaba el nacimiento de la ciudadanía europea y de sus órganos representativos.

Así bien, aquella semilla de la nueva Europa se germinó con la ambiciosa expectativa de convertir la unión económica no sólo en una unión monetaria, sino de posibilitar además la unión política, es decir, perseguir el objetivo de hacer converger las democracias, los derechos y las libertades de los estados miembros hacia una ciudadanía común. 

Maastricht prometió favorecer el sentimiento de pertenencia a la Unión Europea, la protección de la salud pública, la cooperación para el desarrollo, la protección efectiva de derechos e intereses de los consumidores, favorecer el acceso a la formación profesional de la juventud, el desarrollo de una educación de calidad, la protección elevada del medio ambiente, la estimulación de empresas y pymes,  de los centros de investigación y las universidades en sus esfuerzos de I+D de alta calidad; y –entre otros muchos aspectos- la persecución de una cohesión económica y social entre los países miembros, donde España, Grecia, Irlanda y Portugal saldrían favorecidas.

Veintitres años después de Maastricht, el resultado en los países del Sur de Europa es bastante distinto al proyecto inicial: la ciudadanía europea se confunde con la alemana, la salud y la educación públicas de calidad ya no convergen con la igualdad y los derechos de los ciudadanos, la protección del medio ambiente queda supeditada a criterios económicos, el apoyo a empresas y pymes sólo se hace efectivo si pertenecen al sector financiero, la investigación y el desarrollo emigran al Norte, miles de consumidores desprotegidos y estafados por la Banca; y la cohesión económica y social se ha escenificado como una obsesiva petición de pago de deudas con intereses abusivos en un marco claramente especulativo, donde Europa no duda en atropellar las democracias, y hoy Grecia es el mejor ejemplo de ello, con la Unión Europea ejerciendo de Cobrador del Frac como si Maastricht nunca hubiese existido.

Es dramático el llamamiento de Alexis Tsipras a su pueblo (ver blog de Àngels M. Castells: Dramático llamamiento de Alexis Tsipras a la ciudadanía griega).

La Europa del euro está apostando por dar una lección a Grecia, un correctivo ejemplificador para evitar que otros países, como España, puedan seguir el mismo camino. Y por eso, las únicas opciones a negociar son la bancarrota del país o el fracaso de la nueva democracia emergida en Grecia. Se trata de propagar el miedo, un repugnante pulso a la libertad política de los ciudadanos para afianzar sus políticas económico-represivas y conseguir nuevos flujos monetarios en dirección sur-norte (ver blog de Manuel Ballbé: Alemania y los Capitales en Fuga).

Europa está a punto de girar una curva desde la que ya no volveremos a ver Maastricht nunca más, colocando al ciudadano europeo en un punto de inflexión vital de renuncia a su libertad política. Es necesaria una inmediata solidaridad política entre todos aquellos países que deseen forjar una nueva alianza que conduzca a un nuevo futuro político. Esta crisis griega debería ser el principio, el Ave Fénix, la oportunidad histórica de dejar de ser los remeros del barco neoliberal.

Si Grecia es finalmente expulsada del euro, el espíritu de Maastricht desaparecerá; y tendremos que aceptar que el actual camino europeo no sirve a todos por igual.

Luis Díaz

Este artículo es una actualización del publicado en mi blog el 11 de Junio de 2013.





domingo, 21 de junio de 2015

Del Caso Zapata y del Grito de Munch

Edvard Munch, El Grito
Desde que apareció "Podemos" en el panorama político nacional e internacional, el Grito de Munch, en sentido figurado, podría expresar la pose adquirida por los poderes conservador y neoliberal españoles, en los ámbitos político y mediático, una tensión máxima que la obra presenta con la yuxtaposición de líneas curvas y rectas, en medio de una agresividad colorista, que recoge el personaje central en un estallido de angustia y pánico.

Los conservadores ponen el grito en el cielo, amenazan con la bancarrota, con el paro crónico, con un nuevo nazismo, e incluso con una dictadura comunista. Cualquier argumento es válido si sirve para influir sobre el libre voto de los ciudadanos en las próximas Elecciones Generales.

La contradicción neoliberal exige sacrificar la justicia social, los derechos humanos, y una mejor redistribución de la riqueza en aras de alcanzar la libertad máxima del individuo. El neoliberalismo debería dejar de mostrar como ideología el hecho de que desean pagar menos impuestos que los demás, y que la única libertad que les interesa es la del mercado, porque la libertad política es evidente que les da completamente igual. Ya nos advierte Emilio Lledó que sin un mejor reparto de la riqueza, la libertad es una falacia; y contra esto, el neoliberalismo está frontalmente en contra.

Así bien, llevamos meses oyendo los gritos de pánico de Esperanza Aguirre, Eduardo Inda, de María Dolores de Cospedal, de Pedro Casado, de José María Aznar, de Paco Marhuenda, de Mariano Rajoy, incluso escuchamos gritar a Pedro Sánchez y a Susana Díaz antes de la llegada de los pactos. También a Albert Rivera para barrer voto conservador hacia su derecha; y cómo no, a Alfred Bosch y a Pilar Rahola en Catalunya, para acercar a las familias emigrantes, votantes potenciales de Podemos, al lado del independentismo. Toda una lección de democracia.

Y la instrumentalización del dolor ajeno para sacar réditos políticos entra dentro del juego. Unos exhiben y manipulan los atentados terroristas del 11M mientras esconden a las víctimas del metro de Valencia, otros acusan de terroristas a los muertos palestinos, aunque sean criaturas que aún no saben andar; y luego están los que pasean fotografías del Holocausto por los platós de televisión sin pudor ni respeto alguno. Y éste es el único contexto auténtico y de hipócrita intencionalidad en el que se han de entender los "tweets" del caso Zapata, desenterrados con uñas y dientes desde las entrañas de "Twitter" para deformar la voluntad política popular.

Y es obvio que esos mensajes contienen humor negro del peor gusto, pero de ahí a acusar a un ciudadano de antisemita es una postura bastante frívola. La red social "Twitter" cuenta con un gran defecto y una gran virtud que la diferencia de otras redes sociales, y es base de su éxito. La virtud es que se trata de la primera red de comunicación escrita que es usada por sus miembros con patrones de comunicación oral; es decir, "escribir" en Twitter es como "hablar" en una barra de bar rodeado de amiguetes.  El defecto de este sistema es que, como todos sabemos, esto es una ilusión, ya que Twitter es uno de los mayores escaparates públicos donde exponemos nuestras conversaciones privadas.

Y en el contexto de comunicación oral, afirmo que nunca me han gustado los chistes negros, ni discriminatorios, ni machistas, ni que puedan hacer daño a persona o colectivo alguno. Es más, no solamente no me gustan, sino que los repruebo con mucha intolerancia. Aún y así, la objetividad y el no partidismo nos obligará a reconocer que todos hemos tenido en nuestra infancia algún amigo que, -sin ser mala persona ni delincuente ni antisemita ni homófobo ni xenófobo ni psicópata- ha utilizado este tipo de bromas para intentar hacer reir al grupo (incluso el chiste del "cenicero" está anticuado y fue muy popular y "trending topic" en los años 90). Estas actitudes infantiloides -para bien o para mal- forman parte de la juventud, de la rebeldía individual, la que cuestiona con frecuencia los límites morales de la sociedad, unas veces de forma más virtuosa y afortunada, y otras veces de forma más torpe e inconsciente, incluso inocente.

Recuerdo que en 1990, Makoki editó y vendió en las tiendas un comic muy duro que bromeaba sobre el Holocausto "Hitler=SS", que se acabó prohibiendo y retirando por presiones de la comunidad judía. Sus dibujantes no eran criminales ni hacían apología del nazismo; tan solamente mantenían una involuntaria postura o distancia ante el dolor de los demás, algo de lo que Susan Sontag podría enseñarnos mucho.

Además, sociológicamente, nadie ignora que las reacciones humanas ante el horror pueden ser múltiples y diversas: algunos cambiamos de canal mientras se nos eriza la piel cuando terroristas ejecutan a un inocente en televisión; mientras otros miran las dantescas escenas sin parpadear mientras cenan, sin que eso signifique aprobación. Hay quien, de forma cotidiana, mantiene un contínuo e involuntario escapismo mental al sufrimiento, quizá para no sufrir también. Y es aquí donde estoy convencido que el humor "negro" tiene su rincón, en el de la imaginación, en el del cine y el comic, en cierta conceptualidad; forma parte de una abstracción mental que aunque -en este caso- conocedora de los horrores orquestados por Hitler, relega a un segundo plano la realidad, porque su extraordinaria crudeza y la lejanía temporal, la dibuja como imposible ante los sentidos, como la pesadilla de la que se ha de escapar.

La renovación de la política ha de ser muy autocrítica e inflexible, pero también profundamente reflexiva. No se deben seguir los pasos que marca la hoja de ruta neoliberal española, cínicamente escrita sobre el reverso de la Ley de Memoria Histórica; una hoja de ruta que ha teatralizado el pánico del Grito de Munch, mientras no escucha el escalofriante silencio de ese Grito, lanzado por la desespesración y la angustia de los más débiles y desafortunados de esta crisis.

Luis Díaz

domingo, 14 de junio de 2015

De la Postguerra Española y de las Piernas de la República



http://www.unoeditorial.com/portfolio/piernas-de-majorette/

Si hay algo peor que una guerra, son sin duda los años que han de intentar sobrevivir los vencidos cuando ésta acaba. El final de la Guerra Civil supuso para los republicanos el comienzo de un nuevo horror, el de la opresión del dictador Franco hasta conseguir prostituir los restos de la República, en medio de un paisaje después de la batalla plagado de revanchismo, de brutalidad, de crímenes, de violaciones, de miseria, de hambre, de enfermedades, de deshumanización de las personas, de expolios, de odio y de abusos indescriptibles.

El golpista implantó un severo régimen militar y fascista, de crueldad extrema, donde represaliaba a los padres, y robaba la infancia a los hijos, que durante 40 años se harían hombres en un lodazal de control político, ideológico y sexual; y a los que condenaría a la ignorancia dejando su educación a rancios y déspotas religiosos, ecos de la propaganda del régimen, carceleros de las conciencias y custodios de las semillas de la España Negra.

El excelente libro de Javier Mier Prado, “Piernas de Majorette” es una magnífica novela histórica sobre la postguerra de nuestro fascismo, donde el autor consigue secuestrar nuestra atención de principio a fin en un emocionante relato donde identificaremos en muchos casos escenas de la memoria de nuestros padres y abuelos. La narración recorre ágilmente, de forma magistral, aspectos relevantes de la postguerra de los perdedores, como la emigración del campo a la ciudad impulsada por el hambre, la constitución de poblados chabolistas en la periferia de las ciudades, las huelgas de la minería o los ecos que llegaban desde Europa que habrían de conducir a la liberación de la mujer. 

El autor demuestra un profundo conocimiento de la Historia, a menudo contextualizando escenas de las vidas de los protagonistas con trascendentales hechos históricos. La novela de Javier Mier Prado es la de la España Negra, la de la España del NODO, aquella España que se industrializó con la sangre de las víctimas de la República.

Franco utilizó a los vencidos como madera de la caldera de la reconstrucción de España; quemándolos y desechándolos, una y otra vez. Y aunque sería un exceso comparar el escenario de la España de la postguerra con la España de hoy, lo que sí es evidente es que en el fondo de este pensamiento reside una ideología excluyente, una hipócrita certeza de que si Dios ha tocado con el dedo de la fortuna a unos más que otros, será por su Voluntad -¿dónde queda el libre albedrío?.

Y esta ideología de la derecha española, nacida del franquismo, sigue tan viva y radiante como siempre. Esta acuciante crisis nos ha permitido ver cómo la caldera de la recuperación económica ha necesitado consumir a las víctimas de siempre, es decir, a los ciudadanos con menos recursos, abandonados a su suerte mientras la insaciable clase privilegiada ha aprovechado nuevamente para engordar aún más.


Recomiendo este libro de Javier Mier Prado a todos aquellos que quieran sentir durante unas horas un pedacito de aquella España Negra, unas secuencias de aquel horror que nos harán recordar el por qué la democracia, la libertad y la justicia social son tan importantes.

Luis Díaz