miércoles, 14 de mayo de 2014

De Independentistas y de Crisisdependentistas


La vorágine electoral europea nos trae de nuevo encuestas y sondeos que cada medio informativo presenta bajo el sol que más calienta, y con intencionalidad de invitarnos a unir nuestros votos a esas mayorías que cada uno reclama para sí.

Cansado de datos explicados melosamente por mensajeros no fiables, esta vez he preferido realizarme mi propia estadística a partir de los datos en crudo y abiertos de las Elecciones al Parlament de la Generalitat de Catalunya, desde 1980 hasta 2012; y que, aunque la inexperiencia pudiera llevarme a pequeños errores, con toda seguridad no aterrizaré en la tendenciosidad de terceros intereses. Estudiar datos de las elecciones al Parlament de Catalunya pensando en el Parlamento Europeo podría ser una mala idea de no ser porque Catalunya votará en términos soberanistas.

El objetivo de este pequeño estudio del censo electoral catalán es conocer la evolución del voto independentista en Catalunya desde la transición democrática hasta las últimas elecciones –las que convocó Artur Mas convencido de que absorbería el voto independentista, y se llevó el gran chasco. De esta manera, podré visualizar personalmente la tendencia y proporción independentista de la población; así como reflexionar sobre la tipología de la misma; es decir, si se trata de una reacción política al rechazo al Estatut catalán, o si, por el contrario, se trata de la crisis económica de la que ya nadie habla en Catalunya.

Tras unas cuantas sumas y divisiones, he obtenido la estadística y gráfico del pie de este artículo. Las tablas de datos arrojan que Catalunya ha contado con un máximo del 10% de votantes independentistas durante 30 años, hasta el 2010; de hecho, el porcentaje independentista coherente en el tiempo ha oscilado entre un 3% y un 10% durante toda la democracia, hasta 2010. 

En solamente 2 años más, en las elecciones de 2012 la cifra soberanista ascendió casi al 40%, una cantidad de ciudadanos sorprendente -si bien es cierto, que existe cierta ambigüedad o confusión en la calle sobre el apoyo al independentismo y/o al derecho a decidir.

En cualquier caso, si un porcentaje de un 30% del censo electoral ha estado manifiestamente congelado como no independentista durante 30 años, pensar en un reacción compulsiva y viral basada en la identidad nacionalista del territorio parece una respuesta de ciencia-ficción, y sin embargo, es la que más se repite con cierto romanticismo desde las instituciones catalanas. Hablemos claro, la crisis económica y no la crisis del Estatut ha movido en 2012 a 1.500.000 personas más hacia la autodeterminación.

El independentismo tradicional (ese 10%, básicamente de ERC) ha sabido instrumentalizar con maestría la crisis para sacar rédito político y electoral. Pienso que CiU tiene su propio plan B. Ahora bien, lo que es cierto es que ni en el mejor de los sueños de ERC hubiesen imaginado un escenario político tan propicio como éste.

Porque la cara visible es Mas, pero el líder es Junqueras, ahora con una mayoría diversa, pasional y... muy cabreada con el Gobierno de España.

Luis Díaz


Los datos fuentes del estudio proceden del censo electoral al Parlament de Catalunya, y se pueden extraer de la web de la Generalitat de Catalunya; así como del Idescat, el censo poblacional.

Detalles del estudio: Grafico electoral, no poblacional. Pueden existir pequeñas desviaciones, poco significativas. Se considera ciudadano que apoya la independencia al que vota a una formación independentista. Las formaciones CiU e ICV se han considerado no independentistas hasta 2010 inclusive.





jueves, 1 de mayo de 2014

De Blas de Otero y de los que Perdieron la Palabra


El gran poeta bilbaíno Blas de Otero escribió en la postguerra española “Me queda la palabra”:
 
 Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra


una poesía donde Blas de Otero nos enseña que la importancia de la palabra sobrevive a las inclemencias de su vida, a la pobreza y a las necesidades que ha tenido que afrontar, a una vida que se ha visto obligado a desaprovechar, a un país que le avergüenza; pero que, ante todo, pudo conservar la dignidad porque nadie pudo robarle la palabra.

Y hablaba de recuperar estos versos de Blas de Otero porque no pude evitar pensar en ellos después de verme entristecido ante las nuevas campañas publicitarias de los bancos, aquellos que buscan un lavado de imagen rápido para establecer nuevas relaciones duraderas con los clientes (esto toda la vida se ha llamado “lavado de cerebro”), campañas que se han basado en la exposición de personajes públicos del mundo de la cultura y del deporte, y con el denominador común de no tener ningún prejuicio en prostituir la palabra.

El objetivo psicológico de las campañas es el de transmitir las virtudes que vemos en estos personajes populares a los bancos, que buscan asociar una imagen de valores a la justamente deflagrada imagen bancaria. El mecanismo de asociación es sencillo: dinero, dinero y dinero. La existencia real de una correlación de valores entre ambas partes es una profunda patraña, a la que se prestan aquellos personajes públicos que durante toda la crisis apenas han abierto la boca y no han formado parte de plataformas ciudadanas para echar una mano, salvo quizá alguna excepción.

En mi caso, el efecto producido por la campaña es equivalente al del que dispara un fusil y le sale el tiro por la culata; pues ahora no veo a los bancos con ética y valores; sino que veo a todos aquellos que se postraron ante el dinero como faltos de dignidad. Y no importa si algunos donaron sus ingresos por esta campaña, pues lo mismo pudieron hacer anunciando detergentes o pañales, pero no lo hicieron. Y aunque pudiera disculpar a los que la necesidad llevó a esta decisión, es evidente que no son la mayoría.

Las palabras de Bob Dylan en pleno proceso creativo y la equiparación de “Like a Rolling Stone” a la canción del ColaCao, campañas con Ronaldo, con Messi, las conversaciones de Sardà, Julia Otero, Boris Izaguirre, Guardiola, Fernando Trueba, Figo, Luis Enrique, Loquillo, Luz Casal, Geraldine Chaplin, Tricicle, Victor Manuel y Ana Belén… entre muchos muchos otros. ¡Cierra la muralla de Ana Belén! ¡Zancadilla pongo al perseguidor, Loquillo cantando "La Mala Reputación" de Brassens! ¡El Gran Dictador del padre de Geraldine! ¿Qué valor tienen ahora sus obras, su legado y sus logros cuando ya han perdido la palabra?

Después del fraude de la crisis, la publicidad bancaria ya ha comprado los valores del deporte y de la cultura (la que también han ayudado a enterrar), pero no se han acordado ni de agradecer las ayudas recibidas ni de pedir perdón institucional por el daño causado por una generalizada mala praxis, estafa y abusos.

Pero aunque nada podíamos esperar de quienes nunca tuvieron palabra, nos duele que la hayan perdido quienes se prestaron a este juego.

Que nunca perdamos la nuestra.

Luis Díaz