El gran poeta bilbaíno Blas de Otero escribió en la postguerra española “Me queda la palabra”:
Si he
perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra
una poesía donde
Blas de Otero nos enseña que la importancia de la palabra sobrevive a las inclemencias de su vida, a la pobreza y
a las necesidades que ha tenido que afrontar, a una vida que se ha visto
obligado a desaprovechar, a un país que le avergüenza; pero que, ante todo, pudo
conservar la dignidad porque nadie pudo robarle la
palabra.
Y hablaba de recuperar estos versos de Blas de
Otero porque no pude evitar pensar en ellos después de verme entristecido ante
las nuevas campañas publicitarias de los bancos, aquellos que buscan un lavado
de imagen rápido para establecer nuevas relaciones duraderas con los clientes (esto
toda la vida se ha llamado “lavado de cerebro”), campañas que se han basado en
la exposición de personajes públicos del mundo de la cultura y del deporte, y
con el denominador común de no tener ningún prejuicio en prostituir la palabra.
El objetivo psicológico de las campañas es el
de transmitir las virtudes que vemos en estos personajes populares a los
bancos, que buscan asociar una imagen de
valores a la justamente deflagrada imagen bancaria. El mecanismo de asociación es
sencillo: dinero, dinero y dinero. La existencia real de una correlación de
valores entre ambas partes es una profunda patraña, a la que se prestan
aquellos personajes públicos que durante toda la crisis apenas han abierto la
boca y no han formado parte de plataformas ciudadanas para echar una mano, salvo
quizá alguna excepción.
En mi caso, el efecto producido por la campaña
es equivalente al del que dispara un fusil y le sale el tiro por la culata; pues
ahora no veo a los bancos con ética y valores; sino que veo a todos aquellos
que se postraron ante el dinero como faltos de dignidad. Y no importa si
algunos donaron sus ingresos por esta campaña, pues lo mismo pudieron hacer
anunciando detergentes o pañales, pero no lo hicieron. Y aunque pudiera
disculpar a los que la necesidad llevó a esta decisión, es evidente que no son la mayoría.
Las palabras de Bob Dylan en pleno proceso
creativo y la equiparación de “Like a Rolling Stone” a la canción del ColaCao, campañas
con Ronaldo, con Messi, las conversaciones de Sardà, Julia Otero, Boris Izaguirre,
Guardiola, Fernando Trueba, Figo, Luis Enrique, Loquillo, Luz Casal, Geraldine
Chaplin, Tricicle, Victor Manuel y Ana Belén… entre muchos muchos otros. ¡Cierra
la muralla de Ana Belén! ¡Zancadilla pongo al perseguidor, Loquillo cantando "La Mala Reputación" de Brassens! ¡El Gran Dictador del padre de Geraldine! ¿Qué valor
tienen ahora sus obras, su legado y sus logros cuando ya han perdido la palabra?
Después del fraude de la crisis, la publicidad bancaria ya ha comprado los valores
del deporte y de la cultura (la que también han ayudado a enterrar), pero no se han acordado ni de agradecer las ayudas recibidas ni de pedir perdón institucional por el daño causado por una generalizada mala praxis, estafa y abusos.
Pero aunque nada podíamos esperar de quienes nunca tuvieron palabra, nos duele que la hayan perdido quienes se prestaron a este juego.
Que nunca perdamos la nuestra.
Luis Díaz
Increíble cómo el sector bancario ha empleado a aquellos que la sociedad consideraba y considera como honorables para promocionar y anunciar sus pútridos y corruptos productos financieros.
ResponderEliminarRecuerdo ahora la campaña de Bankia, "Empecemos por los principios". Hipocresía y cinismo. Enemigos de la palabra.
Buena entrada Luis.
Un abrazo, @adriantsn.
Muchas gracias Adri.
EliminarUn abrazo. Luis
Si otros han admitido hacer mal uso de la palabra, solo nos queda a nosotros, los ciudadanos, hacer un buen uso de nuestra memoria. Ni hemos de olvidar ni hemos de perdonar, aquello que con tanto dolor hemos aprendido y con tanto sufrimiento estamos pagando.
ResponderEliminar"Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra. "
Después te tanto tiempo, vuelve a reflejarnos en el agua de su poema.
Kamchatka-H
Muchas gracias Kamchatka, abajo estamos solos, pero seguimos siendo más :)
EliminarSaludos. Luis
Tal y como acostumbras, Luis, lanzas a los cuatro vientos una reflexión más que necesaria.
ResponderEliminarPese a que me dedico al sector publicitario, en su rama audiovisual, estoy de acuerdo contigo a sabiendas de que yo también me prostituyo. Queriendo hacer una cosa que enriquecía mi espíritu, para dejar de malvivir, terminé haciendo otra que detesto y que empobrece mi alma así como el placer de desarrollar mi trabajo. En mi caso la excusa es la manutención de mi familia y un nivel de vida domesticado en el mal tiempo, ese que te hace entender lo que necesitas para ser persona rechazando el deseo de lo que no tienes, no necesitas, pero te daría el lustre de los que aparentan ser ricos.
Creo que el caso de los personajes que comentas (es curioso que mi nuevo relato verse sobre alguno de ellos, sin nombrarlos y sin referirme al mismo tema) han prostituido sus palabras sin necesitar medrar pero medrando.
Un cordial saludo y sigue así, Luis, merece la pena.
Manuel.
Gracias Manuel,
EliminarLo reprobable en mi artículo es la no necesidad de trasmitir los pocos valores de la sociedad que nos quedan a quiénes se burlan de los mismos, a los representantes de un sistema económico y financiero que hunde familias y empresas sin ningún pudor, en base al espíritu del "easy money", donde la solidaridad y el patriotismo se guardan para el fútbol.
Trabajar en publicidad, en empresas del juego, en alimentación no ecológica, en industrias contaminantes,... ninguno nos salvamos Manuel en contribuir a construir una sociedad peor, pero por evidentes motivos de subsistencia.
La crítica apunta a los que no tenían necesidad y disculpa a los que no tuvieron opción, que no es difícil saber quiénes eran.
Un abrazo. Luis
Lluis, la palabra la debemoas mantener al fin y al cabo és lo único que nos queda.
ResponderEliminarMuchas Gracias Caballero :)
EliminarLuis. un like enorme a tu artículo. Felicidades
ResponderEliminarGracias Quantum
Eliminar