domingo, 24 de diciembre de 2017

Y ahora, ... el Procés, la Película



Desde el constitucionalismo, los que siempre hemos defendido el “Derecho a Decidir”, nos encontramos con que el independentismo declara un Referéndum unilateral, y una DUI, transformando este “Derecho a Decidir” en el abuso de un ejecutivo catalán representando a una minoría de la población (próxima al 50%), sobre una mayoría de catalanes, a los que a menudo se tilda con ligereza de fascistas y colonos en cuanto expresan su opinión.

Si bien esta “auto-legitimación” del independentismo -con tintes dictatoriales- ocurrida en Setiembre en el Parlament es sumamente grave en un Estado de Derecho, no es menos peligroso agitar las calles para la consecución de unos objetivos en minoría. La población ya tiene -por fin- conciencia política, pero aún le hace falta formación en Humanidades -mayoritariamente.

Esta carencia explica que gran número de independentistas confundan constitucionalismo con fascismo, víctimas del fascismo con carceleros, revolución con sonrisa, catalanismo con territorio, acuerdo con unilateralidad, plebiscito con elecciones autonómicas, ley con excusas para no cumplirla, y un sinfín de exageraciones políticas interesadas e inoculadas desde la cúpula independentista hacia la calle para conducir una reacción de masas, que utilizando los argumentarios más prefabricados y la arrogancia más extrema y excluyente justifican todas sus acciones en la existencia de un Gobierno en España cuya legitimidad ética y moral para gobernar es altamente discutible. Pero el Gobierno de Rajoy no es España, es lo que España -y también Catalunya- deberían esforzarse en cambiar.

Porque de seguir con el “Procés” en sus actuales términos, no habrá nunca Referéndum y/o República Catalana sin antes una República Española, y no habrá República Española sin antes un Referéndum y/o República Catalana. Este “deadlock” de la política catalana da la victoria de forma reiterada y por largo tiempo al Gobierno de Rajoy, quién sabe si a Ciudadanos.

Y es que no se puede ser más ingenuo y más infantil, al declarar una DUI ante un Gobierno cuyos orígenes franquistas no le harán temblar el pulso contra una rebelión promovida con menos del 50% de apoyos, aspecto que otorga al PP plena legitimidad ante el mundo para reprimir estas acciones como crea conveniente. ¿Cómo Europa va a criticar a ese Gobierno legítimo que está defendiendo su Constitución ante el otro Govern que la vulnera? -al menos en este contexto; una Europa neoliberal cuya moneda tiembla cada vez que hay unas elecciones corrientes en cualquier país miembro. Tanta luz no ha dejado ver sus sombras al independentismo, y los errores que ha cometido ante la falta de autocrítica son ya muy importantes.

Y lamentando que los líderes independentistas hayan terminado en prisión, y deseando su pronta excarcelación, tras los resultados del 21D, me da la impresión de que eso tardará aún en llegar, e incluso, que otros miembros del Govern serán encarcelados. Todo parece apuntar a que se pretende dejar al nuevo Govern en minoría parlamentaria (y repito que las malas decisiones del propio “Procés” han facilitado que eso sea legalmente posible), de tal manera que ni siquiera el apoyo de la CUP y los Comunes sumen la mayoría necesaria para la toma de decisiones. Ello nos puede llevar a cuestionar la independencia o no del poder judicial, pero siendo realistas, en este contexto el debate no procede, puesto que con o sin Rajoy, la judicatura tiene pocas opciones, y entre ellas, la de actuar rápidamente y de urgencia, puesto que lo que hay encima de la mesa no es un juego de niños, no es una violación de la ley con consecuencias bien delimitadas; sino una violación de la ley que conlleva un cataclismo de las estructuras de Estado españolas -incluida la judicial-, cuya quiebra conduciría a una violenta crisis político-social y económica sin precedentes, donde no tengamos ninguna duda de que el Ejército tendría un papel relevante.

Por eso, aunque hasta la fecha el Procés no ha sido violento, es una cuestión de etapas. Si continúa por sus actuales cauces, llegará el momento en que lo será tanto como ya lo fue cualquier otra independencia unilateral de la Historia de la Humanidad. Es una obviedad que me temo que tienen en cuenta en el Supremo para mantener la acusación de rebelión a los líderes independentistas: toda revolución de este calibre, con éxito o sin éxito, se ejecuta o se acabará ejecutando sobre un patrón violento.

En esta línea, me llamaron mucho la atención las declaraciones del Profesor Agustí Alcoberro, actualmente al frente de la ANC (por privación de libertad de Jordi Sánchez) quien hace pocos días declaró, comentando los resultados del 21D, que Catalunya era una República. Un profesor de Historia debería ser siempre docente y reconocer que no se puede afirmar que Catalunya sea una República con menos de un 55% de apoyos (sabe perfectamente diferenciar entre una mayoría plebiscitaria y autonómica). También debería explicar que la Revolución de las Sonrisas ya se ajusta a una revolución burguesa de libro, donde los privilegiados encabezan la revolución. Y si las personas deciden ir libremente a la revolución, que vayan; pero el profesor debería explicarles con toda crudeza el precio en sangre que la Historia se ha cobrado en el 100% de casos por cualquier independencia no acordada, y que el caso actual, no será diferente, porque en el fondo los seres humanos seguimos teniendo los mismos comportamientos.

La película del “Procés” que ahora empieza es la del conflicto. Si no se deja gobernar al legítimo ganador de las Autonómicas, si se detiene a su Presidente, si la Justicia no excarcela a los presos del “Procés” (muy improbable por separación de poderes), si España encarcela a más personajes públicos, si entre ellos están los miembros de la CUP, … las calles se pueden volver a calentar en Febrero. 

Nada va a ir mejor en Catalunya, lo peor está por llegar; el “pollo” que anunciaba Puigdemont está servido para España, pero se desencadena en Catalunya, y solamente deseo que no lleguemos a ver nunca la perversión que se esconde tras la enfermiza sonrisa de esta revolución de burgueses -donde las clases populares están convencidas de ser protagonistas de un cambio histórico-, porque eso querrá decir que habremos llegado al peor de los escenarios.

El cambio quizá se produzca algún día; pero no se engañen, no bastará con ponerse camisetas, hacer uves, vías catalanas y lucir banderas. El precio será mucho mayor. Pregunten a Alcoberro.

Luis Díaz