La negación de la
vida. Este es el gran paradigma sobre el que evolucionaría uno de los más relevantes
e importantes pensamientos morales de la filosofía contemporánea, el nihilismo.
La visión de la vida proyectada por Friedrich Nietszche sería de gran
influencia para los más destacados filósofos del siglo XX, como Onfray o el ya
fallecido Deleuze, a través de la figura del superhombre. Deleuze nos explicaba
en su obra “Nietzsche y su Filosofía”, -con la pasión que siempre le
caracterizaba- el proceso intelectual que condujo a Nietzsche a la definición
del superhombre.
Sin querer entrar
en una explicación extensa que me aleje de la intencionalidad de este artículo,
destacaré que Nietzsche reprobaba tanto a los hombres que negaban la vida –refiriéndose
a las religiones que deprecian la vida terrenal en virtud de una vida “más real”
en el más allá- como a aquellos hombres
reactivamente ateos que afirmaban la vida basándose en la negación de los
anteriores, es decir, necesitaban a los primeros para afirmar la vida propia.
Si equivocada consideraba
“la mala conciencia” de los primeros, igualmente valoraba el “resentimiento” de
los segundos. La profesora de filosofía Maite Larrauri los llama cariñosamente “rebaños”,
es decir, personas que se mueven negando o aceptando la vida en grupo a golpe de
tambor.
Y es el
superhombre quien supera estos dos estadios, es un hombre que destaca y reinventa
la vida, afirma la vida no de forma reactiva, sino como proceso creativo mental
individual. Maite Larrauri nos pone de ejemplo de superhombre (o superhumano) a
Nelson Mandela, quien tras ser encarcelado durante años, fue capaz de crear su
vida, sin “resentimiento” y sin “mala conciencia”, sin importar si sus decisiones
eran del agrado de propios y extraños, y solamente fruto de la reflexión y del
amor a la vida.
No puedo decir
que todas las personas animalistas que afirman y aman la vida de un animal sean
superhombres, pero estoy convencido de que Nietzsche las ubicaría en ese
camino. Este planeta es un lugar donde durante milenios se ha negado la vida de
los animales más aún que la de las personas –y casi siempre por culpa de las
religiones-, han sido vistos como comida, juguetes, objetos, como una vida que
no es vida, una utilidad explotable y prescindible hasta el límite más extremo
y cruel.
Tener el momento
y la sensibilidad para escuchar y ver la más aplastante evidencia sobre el
valor de la vida de cualquier animal y su equivalencia en el cosmos a cualquier
otra vida humana, pasa por comprender que asesinar un toro con una lanza no es muy
diferente que empalar al lancero con la misma; partir un cochinillo en Segovia con
un plato no es muy diferente que descuartizar al bebé del camarero con el mismo
plato; matar al león Cecil y llevarte su cabeza no es muy diferente que matar a
su asesino y colgar su cabeza en la selva.
Poder afirmar la
vida propia, la vida ajena y la vida de todos los animales es un proceso
creativo personal e individual, un proceso autotransformador, un proceso con
consecuencias personales, un proceso introspectivo y revelador, un proceso para decidir y definir cómo ha de ser la propia vida, la propia alimentación; es un proceso que no procede de ninguna alienación colectiva ni de ningún activismo reaccionario –sobre todo
cuando la vida que se afirma es de otros animales, no la propia-, sino que surge de lo más profundo de la esencia vital humana.
Mientras tanto,
los pueblos religiosos y tradicionalistas de la España más decadente siguen
celebrando atrasados festejos sin renovar y sin ningún valor cultural
que pueda ser mayor que las vidas que depredan de forma tan salvaje; bien por entretenimiento, bien para atraer un turismo hipócrita y de falsa moralidad que les llene los bolsillos.
El precio de todos estos rituales de mal gusto es el maltrato, la tortura, y el asesinato de animales, a cargo de los que no
solamente deprecian y desprecian la vida animal; sino que
incluso niegan la vida con mayúsculas. La probabilística religiosidad que les rige los sesos no da ningún valor moral real a lo que ocurre en la Tierra porque esperan algo mejor y más auténtico tras la muerte.
"En verdad os digo..."
...que la Ilustración no cuajó en España.
Luis Díaz
"En verdad os digo..."
...que la Ilustración no cuajó en España.
Luis Díaz
El artículo que escribí hace 2 años sobre el Toro de la Vega sigue vigente.
Del Rito del Toro de la Vega y de la Cultura de los Necios
Rompe una Lanza por el Toro de la Vega
Hola Luís,
ResponderEliminarRealmente excelente el artículo. De todas maneras creo que aquellos que practican esos festejos basados en el maltrato animal no serán capaces de encontrar la esencia de esta lectura.
Un abrazo,
Miguel Ángel
Gracias Miguel Angel,
EliminarY comparto este certero comentario, pues también estoy convencido de que la mayoría de estos maltratadores lo único que saben leer es la etiqueta de Anís del Mono, y porque lleva fotos.
Aún así, no tenemos que olvidar otro sector con grandes intereses económicos en el maltrato animal, en mucho casos formados, pero de moral y cinismo despreciables.
Un abrazo. Luis