domingo, 31 de marzo de 2013

De Francisco I y del Tiempo para la Publicidad

La Iglesia Católica ha protagonizado, en los últimos años y hasta el momento del pasado cónclave, una intensa película de intrigas, incoherencias, insensibilidad, ideología política extrema, inmoralidad, anacronismo, agresión a la diferencia, abusos a menores, y ocultación de los mismos. 

Francisco I ha salido del cónclave purificando a la alta jerarquía eclesiástica cual Ave Fénix, destilando pureza, pasando de puntillas sobre su homofobia, y congelando la deteriorada imagen corporativa que se proyectaba en su Iglesia, para pasar a publicidad. De repente ya no se habla de intrigas vaticanas ni de los casos de pederastia que presidían la actualidad informativa antes del cónclave. Fumata blanca,  todo se ha esfumado. Sólo se emiten anuncios.

La Semana Santa son espléndidas fechas de máxima audiencia para lanzar la campaña, para vender la marca ‘Jesucristo Vintage’: ya hemos visto el spot del voto de pobreza y el del lavatorio de pies. Quizá hayan filmado también el paseo en borriquilla por la Santa Sede o la resurrección de Lázaro. A lo mejor hasta vemos el spot del lavatorio de pies con el blanco y negro de la versión española, con Reig Plá lavando los pies a un preso homosexual en Alcalá Meco, mientras Rouco es azotado por Martínez Camino en una representación del vía crucis del nazareno. 

Consideraría que el catolicismo necesita menos marketing, más verdad, y más transparencia real sino fuera porque lo que ya empieza a ser recomendable es echar la persiana definitivamente y replantearse la fractura con Roma. La comunidad católica ya debería ser suficientemente adulta y crítica –como muchos otros cristianos- para hablar con Jesucristo sin necesidad de intermediarios terrenales de este no deseable peso.

Luis Díaz

lunes, 25 de marzo de 2013

De la Utopía y de la Anti-Utopía



La publicación del libro “Utopías” -escrito por 34 voces autorizadas- podría tentarnos a valorarlo como un canto idealista y desesperado en un momento social y económico especialmente difícil en España; y nos equivocaríamos mucho con esta crítica a la vez que haríamos un flaco favor a la difusión de esta excelente obra por no haber sabido escuchar el espíritu de su contenido. 

Si bien la utopía de la sociedad ideal desde el Renacimiento ha sido asociada con corrientes asimismo idealistas, imposibles e irrealizables; sin duda hoy día un nuevo pensamiento intelectual atestigua que la utopía ha cambiado su concepto onírico por un adjetivo sólido, auténtico y verificable para calificar una nueva realidad. La socialización de las nuevas tecnologías y de las redes de comunicación ya permiten la organización política masiva de la población para presentar alternativas de alto contenido humanístico a la desprestigiada y deshumanizada política actual. Tan sólo será cuestión de tiempo la pacífica aparición de un nuevo Gobierno desde el pueblo, con el pueblo, y para el pueblo. 

Y además, vivimos por primera vez en la Historia una sorprendente paradoja política: mientras que la antigua utopía de sociedad irrealizable se potencia tecnológicamente desde hace pocos años como un proyecto viable, posible y deseable; la actual realidad política y sus respuestas a la crisis transmutan en un escenario irrealizable, no viable, de continuos fracasos, un camino infranqueable que incluso me atrevería a calificar como de anti-utopía, es decir, la mutación desde la realidad a lo imposible, la creación de una nueva sociedad imposible a la vez que indeseable. 

Destacaré del libro “Utopías” unas palabras de Federico Mayor Zaragoza –pidiendo disculpas al resto de escritores- en las que nos advierte que “lo peor que puede sucedernos es el agotamiento de la innovación diaria personal, la apatía y la falta de voluntad para el cambio”. La solución somos nosotros, ciudadanos de la calle, y tal como también cita a Miquel Martí i Pol “El porvenir está por hacer… pero ¿quién, si no todos?"

Luis Díaz



viernes, 15 de marzo de 2013

De la Propaganda y del Argumentario Político



Cuando se repiten consignas de dudosa o nula credibilidad hasta la saciedad, lo que se persigue es hacer realidad el concepto o idea –frecuentemente mentira- que se desea transmitir entre la población a fuerza de repetirlo una y otra vez. Esto es un método muy habitual utilizado por los partidos políticos, y cuya maquinaria lo implementa empezando con la difusión periódica de una circular -conocida como “argumentario”- entre sus acólitos, lobbies asociados, difusores de opinión y otros mercenarios mediáticos con intereses económicos o ideológicos en sintonía con estos grupos políticos. Es paradójico que mientras muchos de estos líderes políticos y de opinión que suelen aparecer en los medios y en debates televisivos renuncian a su propio librepensamiento y al criterio personal en favor de la mediocridad, la audiencia capta sus razonamientos como genuinos y espontáneos, sin pararse a pensar que son papel mojado, y sin preguntarse por qué tantos personajes de corte similar coinciden al milímetro en opinión, argumentos, y conclusiones en los numerosos medios de comunicación con los que suelen colaborar. 

Podríamos citar muchos ejemplos de este método, pero quizá el más llamativo fue la extraordinaria coincidencia que existió -y existe- entre políticos del PP y difusores de opinión afines en calificar de machismo la actitud de todo aquel que criticase a Ana Mato por el caso Gurtel. A nadie se le ocurrió otro argumento u otro razonamiento más inteligente a favor, se limitaron a repetir las instrucciones –esta vez muy poco imaginativas- recibidas desde el partido. 

Este método es uno de los principios de la propaganda actual y es conocido como el “principio de orquestación”. Los principios de la propaganda moderna contrajeron una gran deuda con Joseph Goebbels, Ministro de la Propaganda de Hitler, durante la Segunda Guerra Mundial, quien se especializó en control y filtrado de los medios de comunicación y de opinión, a la vez que elaboró depurados métodos de manipulación del pueblo al servicio del Führer.  Estas técnicas de inducción al pensamiento no han sido sólo adoptadas por el PP, si bien son los que se han empleado más a fondo para convertirse en los grandes expertos en su uso y abuso.

Si recordamos cuando el PP gritaba a todos los vientos que la culpa de todos los males de España eran de Zapatero -incluso hoy día sentimos esa frase con cierta asiduidad en televisión-, lo que se buscaba era transmitir a la población la idea del “principio del enemigo único”, con la que se pretendía derrumbar al Gobierno enfocando toda su oposición contra la figura del Presidente, sin importar si éste fuere o no culpable de las decenas de acusaciones que recibía de forma contínua.

El “principio de unanimidad” es uno de los principios favoritos de Mariano Rajoy. No encontraremos un solo discurso suyo sin que pronuncie las frases “todo el mundo sabe” o “todo el mundo piensa” o “es de sentido común” o “la gente sabe”... Es una técnica con la que se invita al oyente a participar del pensamiento común, pero con el engaño de que probablemente “ni todo el mundo sepa ni todo el mundo piense”, cosa que el orador da por hecho y que el receptor no es invitado a cuestionar.

Otro principio que el PP practica es el “principio de contagio”, transmitiendo confusión y unidad entre conceptos distintos que en principio no tienen ninguna relación, con el fin de traspasar las características de uno al otro. Un claro ejemplo es el trato del Gobierno hacia los manifestantes que ejercen un derecho constitucional, y contra los que la policía carga de forma violenta con la justificación de que se defienden contra antisistemas, terroristas callejeros, alborotadores o violentos, mientras todos vemos en televisión cómo se golpea a hombres, mujeres, niños y ancianos, con los que nos podemos identificar perfectamente. 

Cuando el PP ataca a Catalunya o al País Vasco, es porque necesita lanzar maniobras de distracción sobre otros temas de interés nacional; y para ello recurre a los odios y prejuicios históricos del pueblo con el fin de despertar cuantas más actitudes primitivas mejor, y así despistarnos de lo que verdaderamente importa. Esto es el "principio de la transfusión".

Y podríamos continuar hasta agotar todos los principios de la propaganda, pero creo que es suficiente para darnos cuenta de que los políticos no escuchan la voluntad del pueblo, pues todos sus esfuerzos los emplean en hacernos creer que nuestra voluntad es lo que ellos desean, tal como escriben en sus argumentarios y nos transmiten subliminalmente.

Luis Díaz

sábado, 9 de marzo de 2013

De la Revolución y del Camino de Ladrillos Amarillos



Las voces de los ciudadanos que se lamentan, lo hacen de la insensibilidad colectiva del pueblo como entidad, de la falta de apoyo y valor para asistir a las manifestaciones que suelen acabar con cargas policiales, así como de la alta predisposición que generalmente se presenta ante la manipulación ciudadana por parte de medios gubernamentales y de comunicación de masas. O al menos, eso es lo que se dibuja en el imaginario de aquellos que piensan que la mayoría del pueblo no hace lo suficiente por los demás debido a su insensibilidad, incapacidad o cobardía. 

Lo que parece consecuente es que si las voces que claman en las redes lo hacen en ese sentido, éste será el eco de retorno y nuestra realidad como grupo, una sociedad de incapaces, de ignorantes y de insolidarios. Como comunidad, estamos convencidos de poseer menos cerebro que un espantapájaros, menos corazón que un trozo de metal y menos valor que el mayor de los cobardes. 

Pero huyamos de las apariencias, porque nadie hubiese apostado que un espantapájaros sería tan sabio, un leñador de hojalata tan humano y un león cobarde tan valiente;  a la vez que los tres y cada uno acabarían siendo gobernantes de tres reinos en el país de Oz.  No era previsible que los personajes vulgares y secundarios del cuento de Frank Baum “El Mago de Oz” alcanzasen el protagonismo del mismo así como descubriesen, tras formar un equipo inseparable, que siempre habían sido poseedores de sus añorados sueños. Nunca necesitaron cerebro, corazón, o valor; pues siempre los tuvieron. 

Y los sueños los alcanzaron por encontrarse en el sitio adecuado en el momento preciso, en medio del camino de ladrillos amarillos, cuando pasó la niña Dorothy en busca del Mago de Oz. La decisión que tomaron en ese instante fue la diferencia entre perderse en las páginas del cuento o convertirse en los protagonistas y en los dueños de su destino. 

El primer paso hacia la revolución democrática del pueblo en España es -pensando en las próximas elecciones generales-  empezar a hacer equipo, a formar grupos o asociaciones, adherirse o constituirlas, grandes o pequeñas, de la temática que sintamos más próxima: afectados por preferentes, por la sanidad, por la educación, asociaciones de vecinos, culturales, juveniles, de ocio, profesionales, …;  pero con una finalidad añadida clave y muy presente en el horizonte: estar preparados y esperando en el camino de ladrillos amarillos que pase Dorothy, que llegará sin duda impulsada por el tifón de la crisis; y tendremos que seguirla todos sin dudar y de forma unánime, para que el mejor talento del pueblo, el humanismo más selecto y un envidiable coraje político se proyecte como un potente géiser desde el fondo del asociacionismo hacia el techo del poder, convirtiendo a personajes secundarios hoy, en protagonistas y dueños de nuestro destino, mañana. 

Luis Díaz

domingo, 3 de marzo de 2013

De Molière y de España Enferma


España se siente muy enferma. Los médicos han dicho que como la prima de riesgo está inestable y alta, los bancos próximos a la quiebra, los intereses de la deuda incontrolables, el crecimiento económico negativo, los informes del FMI y del BCE son desfavorables, el bono del Estado próximo al bono basura, el paro desbordado, y la corrupción desatada; se necesitan docenas de medicinas, sangrías y lavativas para aplicar a la población y curar así nuestra enfermedad. Si tuviésemos que clasificar la enfermedad que tenemos los españoles, sería bastante difícil encontrarle un nombre, pero parece que eso es algo menor, ya que lo que todos tenemos claro –dada la compleja semántica de los síntomas que nos explican que padecemos- es que estamos enfermos, muy enfermos. Parece justo que los poderosos y dirigentes que diagnostican y tratan con esta grave enfermedad con la finalidad de sanarnos cobren enormes sueldos a cambio de aplicar la que debe ser tan sabia y tan avanzada medicina en nuestras vidas, - sólo entendible por los más preparados y con uso de términos ininteligibles para el resto de mortales tales como “simulación de lo que hubiera sido en diferido en partes de una lo que antes era una retribución…”. 

La comedia de Molière “El Enfermo Imaginario” tan sólo pretendía criticar la medicina de la época; y sin embargo, se presenta hoy como una gran paradoja de la crisis económica en nuestro país. La popular trama de esta obra de teatro explica la contínua desesperación de un personaje adinerado (Argán) y obsesionado por estar enfermo a pesar de gozar de una extraordinaria salud. Su paranoia es alimentada por una serie de médicos –como el Dr. Purgón, entre otros personajes- que buscan sacarle su dinero con pesadas facturas a cambio de encontrarle cientos de problemas y hacer incomprensibles diagnósticos alarmistas usando una medicina rayana en lo absurdo, y convenciéndole de tomar sus medicinas y lavativas incluso con amenazas sobre su propia vida.

[Dr. Purgón a Argán]“Puesto que os habéis declarado en rebeldía contra mi tratamiento… (…) vengo a declaraos que os abandono a vuestra pobre constitución, a la intemperancia de vuestras entrañas, a la corrupción de vuestra sangre, a la acidez de vuestra bilis y a vuestros humores. (…) ¡Antes de cuatro días habréis llegado a una situación incurable! (…) ¡Caeréis en la bradipepsia! (…) ¡De la bradipepsia en la dispepsia! (…) ¡De la dispepsia en la enteritis! (…) ¡De la enteritis en la disentería! (…) ¡De la disentería en la hidropesia! (…) ¡De la hidropesia en la extinción de la vida, a lo que os habrá conducido vuestra locura!. 

La conclusión de la obra de Molière expresa tanto sentido común como sorpresa: los tres personajes que aprecian a Argán (su hija, su hermano y la criada) y que desean que acabe con su enfermedad imaginaria, consiguen engañarlo y convencerle que para convertirse en médico no hace falta estudiar. Así pues, después de un pequeño Carnaval interpretativo, se dispondrán a nombrarle médico. Por tanto, contra una enfermedad imaginaria, la solución final fue convertir al enfermo en un médico imaginario que pudiese también curarse a sí mismo. 

En nuestro caso, tampoco los españoles estamos enfermos. Es el sistema financiero el que ha enfermado y para sobrevivir necesita hacernos creer que la enfermedad y las lavativas tienen que ser para nosotros. La Unión Europea nunca ha trabajado por la unión de los pueblos, no es una unión real. Mientras España y otros países del Sur se desangran, Alemania se beneficia y crece con nuestra prima de riesgo,a la vez que nos acusan de vagos. Sólo prestan dinero a nuestros bancos para que paguen a los suyos. Así no quiebra ni la banca alemana, ni la española; tan sólo quiebra el pueblo, que se enfrenta como avalista a deudas inasumibles en el tiempo y que los bancos no devolverán. Mientras tanto, nuestros políticos se dedican a curarnos cobrando grandes facturas al privatizar nuestros bienes en beneficio de ellos mismos y de sus amigos. 

Ni estamos enfermos ni necesitamos purgas, lavativas, medicinas o sangrías. Nuestra solución final también será despedir a todos estos médicos que nos parasitan y convertirnos temporalmente en médicos imaginarios. Tendremos que acceder por vía democrática al poder, enfrentarnos a la imposición de los mercados financieros, renegociar la deuda, y presentar ultimatums a Europa para empezar. Es la hora del todo o nada para el pueblo. 

Luis Díaz