viernes, 15 de marzo de 2013

De la Propaganda y del Argumentario Político



Cuando se repiten consignas de dudosa o nula credibilidad hasta la saciedad, lo que se persigue es hacer realidad el concepto o idea –frecuentemente mentira- que se desea transmitir entre la población a fuerza de repetirlo una y otra vez. Esto es un método muy habitual utilizado por los partidos políticos, y cuya maquinaria lo implementa empezando con la difusión periódica de una circular -conocida como “argumentario”- entre sus acólitos, lobbies asociados, difusores de opinión y otros mercenarios mediáticos con intereses económicos o ideológicos en sintonía con estos grupos políticos. Es paradójico que mientras muchos de estos líderes políticos y de opinión que suelen aparecer en los medios y en debates televisivos renuncian a su propio librepensamiento y al criterio personal en favor de la mediocridad, la audiencia capta sus razonamientos como genuinos y espontáneos, sin pararse a pensar que son papel mojado, y sin preguntarse por qué tantos personajes de corte similar coinciden al milímetro en opinión, argumentos, y conclusiones en los numerosos medios de comunicación con los que suelen colaborar. 

Podríamos citar muchos ejemplos de este método, pero quizá el más llamativo fue la extraordinaria coincidencia que existió -y existe- entre políticos del PP y difusores de opinión afines en calificar de machismo la actitud de todo aquel que criticase a Ana Mato por el caso Gurtel. A nadie se le ocurrió otro argumento u otro razonamiento más inteligente a favor, se limitaron a repetir las instrucciones –esta vez muy poco imaginativas- recibidas desde el partido. 

Este método es uno de los principios de la propaganda actual y es conocido como el “principio de orquestación”. Los principios de la propaganda moderna contrajeron una gran deuda con Joseph Goebbels, Ministro de la Propaganda de Hitler, durante la Segunda Guerra Mundial, quien se especializó en control y filtrado de los medios de comunicación y de opinión, a la vez que elaboró depurados métodos de manipulación del pueblo al servicio del Führer.  Estas técnicas de inducción al pensamiento no han sido sólo adoptadas por el PP, si bien son los que se han empleado más a fondo para convertirse en los grandes expertos en su uso y abuso.

Si recordamos cuando el PP gritaba a todos los vientos que la culpa de todos los males de España eran de Zapatero -incluso hoy día sentimos esa frase con cierta asiduidad en televisión-, lo que se buscaba era transmitir a la población la idea del “principio del enemigo único”, con la que se pretendía derrumbar al Gobierno enfocando toda su oposición contra la figura del Presidente, sin importar si éste fuere o no culpable de las decenas de acusaciones que recibía de forma contínua.

El “principio de unanimidad” es uno de los principios favoritos de Mariano Rajoy. No encontraremos un solo discurso suyo sin que pronuncie las frases “todo el mundo sabe” o “todo el mundo piensa” o “es de sentido común” o “la gente sabe”... Es una técnica con la que se invita al oyente a participar del pensamiento común, pero con el engaño de que probablemente “ni todo el mundo sepa ni todo el mundo piense”, cosa que el orador da por hecho y que el receptor no es invitado a cuestionar.

Otro principio que el PP practica es el “principio de contagio”, transmitiendo confusión y unidad entre conceptos distintos que en principio no tienen ninguna relación, con el fin de traspasar las características de uno al otro. Un claro ejemplo es el trato del Gobierno hacia los manifestantes que ejercen un derecho constitucional, y contra los que la policía carga de forma violenta con la justificación de que se defienden contra antisistemas, terroristas callejeros, alborotadores o violentos, mientras todos vemos en televisión cómo se golpea a hombres, mujeres, niños y ancianos, con los que nos podemos identificar perfectamente. 

Cuando el PP ataca a Catalunya o al País Vasco, es porque necesita lanzar maniobras de distracción sobre otros temas de interés nacional; y para ello recurre a los odios y prejuicios históricos del pueblo con el fin de despertar cuantas más actitudes primitivas mejor, y así despistarnos de lo que verdaderamente importa. Esto es el "principio de la transfusión".

Y podríamos continuar hasta agotar todos los principios de la propaganda, pero creo que es suficiente para darnos cuenta de que los políticos no escuchan la voluntad del pueblo, pues todos sus esfuerzos los emplean en hacernos creer que nuestra voluntad es lo que ellos desean, tal como escriben en sus argumentarios y nos transmiten subliminalmente.

Luis Díaz

1 comentario:

  1. Madamme Goebbelins16 de marzo de 2013, 20:24

    Cosas veredes... Los caps de premsa de algunas ciudades mediterraneas ejercen esa estrategia que tambien podriemos llamar estrategia del Ave StruzZell... Disparan contra el anterior executivo , alcalde saliente versus alcalde entrante... i de postres encienden el ventilador bueno són maneras de vivir...y de matar al adversario o al que piensa de diferente manera

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