lunes, 23 de diciembre de 2013

De las Raíces de Europa y del Congo Belga


Un padre mira las manos de su hija de cinco años, cortadas como castigo por haber recogido poco caucho

Las raíces de Europa y el Congo Belga pudieran parecer dos contextos históricos disjuntos. Sin embargo, el progreso europeo contrajo en el pasado una deuda impagable con muchas colonias europeas, pero muy especialmente, con el Congo Belga. Después de leer este artículo y de los testimonios reales históricos que figuran al final (donde la hipocresía y crueldad europea no tiene parangón), deberíamos reflexionar no sobre la deuda externa de África hacia Europa; sino sobre la deuda moral y económica de Europa hacia África por los daños causados, sobre las concertinas, sobre la xenofobia generalizada que practica Europa contra la inmigración africana, e indudablemente sobre la responsabilidad de Europa en la dramática situación africana actual.

Hace tan solamente unos 100 años, el Congo Belga fue la colonia personal del rey Leopoldo II de Bélgica, y fue el escenario de la muerte de 10 millones de personas y del cometimiento de las mayores atrocidades inimaginables contra la población autóctona del Congo. Es dramático que uno de los mayores genocidios de la Historia de la Humanidad sea prácticamente desconocido por la población europea, como si la memoria se hubiese borrado, cuando su gravedad se equipara en número de víctimas al Holocausto judío y al genocidio del Descubrimiento de América. Los asesinatos del hipocondríaco rey Leopoldo II sucedieron con el conocimiento al menos de Gran Bretaña, que por falta de solvencia moral por su intervención en la Guerra de los Bóers, ocultó la noticia. Sin embargo, las prácticas expoliadoras, esclavistas y asesinas eran moneda de cambio de todos los Imperios europeos, desde Gran Bretaña a Francia, pasando por Alemania, Bélgica u Holanda.

En el caso del Congo Belga, fue el progreso, la Segunda Revolución Industrial con el motor de explosión, con las bicicletas, la que generó una alta demanda de caucho, la materia prima de las ruedas.  El caucho costó la vida a millones de personas. Leopoldo II encontró la oportunidad de su vida para enriquecerse: extraer esta materia prima del Congo utilizando como mano de obra esclava a la población autóctona, para lo que estableció un régimen de terror y crueldad sin límites.

El progreso de nuestra Europa se construía sobre los cadáveres y mutilaciones de hombres, mujeres y niños congoleños; sobre violaciones sexuales, hambre, azotes y secuestros, sobre la esclavitud, desaparición de poblados enteros, y casi exterminación de la población congoleña. La causa del genocidio del Congo Belga fue únicamente el interés económico de Leopoldo II, a pesar de que la propaganda divulgada por Bélgica presentaba razones principalmente cristianas y altruistas.

El descubrimiento de lo que verdaderamente ocurría en el Congo y que salieran a la luz estas atrocidades, lo debemos a Edward Dene Morel, empleado inglés incorruptible de una naviera de Liverpool –y más tarde fundador de un periódico-, que se dio cuenta de que las mercaderías que viajaban hacia el Congo a cambio del caucho solamente eran armamento. La prensa europea y americana se hizo eco de los descubrimientos de Morel, y a pesar de la contra-propaganda del rey Leopoldo II, finalmente cedió y traspasó el Congo al Estado Belga, obteniendo el Rey asesino, de nuevo, buenos beneficios. Nunca pagó sus crímenes, y es significativo que Bruselas -la capital de Europa- aún exhiba hoy día con orgullo los monumentos de este rey genocida.

El libro de Philipp Blom “Años de Vértigo” es una referencia histórica para ayudarnos a descubrir quiénes somos realmente.

Luis Díaz
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Joseph Chamberlain, discurso en el Ministerio de Colonias británico, 1895

“Es la británica la más grande de las razas dominantes que el mundo ha conocido y, por consiguiente, el poder determinante en la historia de la civilización universal. Y no puede cumplir su misión, que es crear el progreso de la cultura humana, si no es merced a la expansión de la dominación inglesa. El espíritu del país tendrá fuerzas para cumplir esta misión que nos ha impuesto la Historia y nuestro carácter nacional. (...) El Imperio británico, firmemente unido, y los Estados Unidos deben juntos asegurar la paz del mundo y asumir la pesada responsabilidad de educar para la civilización a los pueblos retrasados”.
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J. Junt, sesión científica en la Sociedad Antropológica de Londres, 1863

“Las analogías entre los negros y los monos son más grandes que entre los monos y los europeos. El negro es inferior, intelectualmente, al hombre europeo. El negro sólo puede ser humanizado y civilizado por los europeos”.
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Relato de una mujer llamada Ilanga sobre sucesos que ocurrieron en la parte oriental del territorio, cerca de Nyangwe. Edgar Canisius: A Campaign Amongst Cannibals, Londres, R. A. Everett & Cº, 1903
 
“Nuestro pueblo se llama Waniendo, por el nombre de nuestro jefe Niendo (...). Es un gran pueblo próximo a un pequeño torrente y rodeado por grandes campos de mohago [mandioca] y muhindu [maíz] y otros comestibles, pues todos trabajábamos duramente en nuestras plantaciones y teníamos siempre comida en abundancia (...).  Nunca había guerra en nuestro país y los hombres no tenían muchas armas, fuera de sus cuchillos (...).

Todos estábamos ocupados en los campos escardando los sembrados, pues era la estación de las lluvias y las malas yerbas brotaban deprisa, cuando llegó al pueblo un mensajero diciendo que se acercaba una banda  numerosa de hombres tocados todos ellos con gorras rojas y vestidos de azul y portando fusiles y cuchillos  largos y que les acompañaban muchos hombres blancos, el principal de los cuales era Kibalanga [nombre africano de un oficial de la5 Force Publique llamado Oscar Michaux que recibió una Espada de Honor de manos de Leopoldo II]. Niendo llamóenseguida a su casa a los hombres principales mientras se batían los tambores para convocar a la gente al poblado. Se celebró una larga consulta y, al final, se nos dijo a todos que saliéramos tranquilamente a los campos y trajéramoscacahuetes, plátanos y mandioca para los guerreros que estaban llegando y cabras y gallinas para los hombres blancos. Todas las mujeres acudieron con cestas, las llenaron y, luego, las depositaron en el camino (...). Niendo pensaba que aquel ofrecimiento de tanta comida a modo de presente induciría a los desconocidos a pasar sin hacemos daño. Y así fue...

Cuando los hombres blancos y sus guerreros se hubieron marchado, volvimos a nuestro trabajo con la esperanza de que no regresarían; pero lo hicieron en un plazo muy corto. Tal como habíamos hecho antes, les llevamos grandes cantidades de comida; pero esta vez Kibalanga no se marchó enseguida sino que acampó cerca de nuestro poblado, y sus soldados vinieron y nos robaron todas las gallinas y cabras y arrancaron nuestra mandioca; pero no nos importó, mientras no nos hicieran daño.

A la mañana siguiente (...), poco después de salir el Sol sobre la colina, un grupo numeroso de soldados vino al poblado y todos nos metimos en nuestras casas, donde permanecimos sentados. No llevábamos mucho tiempo así, cuando los soldados llegaron corriendo, disparando y amenazando a Niendo con sus fusiles. Se precipitaron en lascasas y arrastraron fuera a la gente. Tres o cuatro entraron en la nuestra y me capturaron a mí, a mi marido Oleka y ami hermana Katinga. Nos arrastraron al camino y fuimos atados con cuerdas alrededor del cuello, de modo que no podíamos escapar. Todos llorábamos, pues sabíamos que nos iban a llevar como esclavos. Los soldados nos golpearon con las baquetas de hierro de sus fusiles y nos obligaron a marchar al campamento de Kibalanga, quien ordenó atar a las mujeres por separado, diez en cada cuerda, y a los hombres de la misma manera. Cuando nos hubieron reunido a todos –había muchos de otros poblados, según vimos entonces, y mucha gente de Waniendo–, los soldados llevaron cestas de comida para que las transportáramos; en algunas de ellas había carne humana ahumada...

Luego, nos pusimos en marcha caminando muy deprisa. Mi hermana Katinga llevaba a su bebé en brazos y no la obligaron a cargar con una cesta; pero mi marido Oleka tuvo que acarrear una cabra. Marchamos hasta la tarde y acampamos cerca de un río, donde nos sentimos contentos de poder beber, pues estábamos muy sedientos. No teníamos qué comer, pues los soldados no nos habían dado nada (...).

Al día siguiente continuamos la marcha y, cuando acampamos a la puesta del Sol, se nos dio algo de maíz y  plátanos recogidos cerca de un poblado cuyos habitantes habían huido. Así siguió la cosa, día tras día, hasta la quinta jornada en que los soldados cogieron el bebé de mi hermana, lo arrojaron a la hierba dejándolo morir y a  ella la obligaron a transportar algunos pucheros de cocina que encontraron en el pueblo abandonado. El sexto  día nos encontrábamos muy débiles por falta de comida, por la marcha continua y por dormir en la hierba  húmeda, y mi marido, que iba detrás de nosotros con la cabra, no pudo mantenerse más de pie y se sentó al lado del sendero negándose a seguir caminando. Los soldados le pegaron, pero él continuó negándose a  caminar. Luego, uno de ellos le golpeó en la cabeza con la punta del fusil y cayó al suelo. Uno de los soldados cogió la cabra, mientras que otros dos o tres clavaron en mi marido los largos cuchillos que habían colocado en la punta de sus fusiles. Vi brotar la sangre y, luego, ya no volví a verlo, pues cruzamos la cima de una colina y lo perdimos de vista. Muchos de los jóvenes fueronasesinados de la misma manera y muchos niños fueron  arrojados a la hierba para que murieran (...). Después de diez días de marcha llegamos a la gran corriente de agua (...) y fuimos trasladados en canoas al otro lado, a la ciudad del hombre blanco de Nyangwe”.
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Discurso del rey Leopoldo a la llegada de los primeros misioneros belgas al Congo. Leopoldville, 12 de enero de 1883.

“Reverendos y queridos compatriotas; la tarea que se nos ha confiado cumplir es muy delicada y demanda mucho tacto. Estáis aquí para evangelizar pero os debéis inspirar para ello ante todo en los intereses de Bélgica.

El fin principal de nuestra misión en el Congo no es enseñar a los negros a conocer a Dios, pues ya lo hacen: ellos hablan y se someten a Mungu, Nzambe, Nzamkoba, y que sé yo. Saben que matar, acostarse con la mujer de otro, calumniar y agredir es malo, incorrecto. Tengamos el coraje de decirlo, no vais a enseñarles algo que ya conocen.

Vuestro fin principal es facilitar las tareas a los administradores y los empresarios. Para ellos debéis interpretar el evangelio de la forma que más beneficie nuestros intereses en esta parte del mundo. Para hacerlo deberéis, entre otras cosas, fomentar el desinterés entre los salvajes por las riquezas ocultándolas bajo el suelo si es necesario; así evitamos la tentación de convertirse en asesino por ellas y que sueñen desalojarnos para obtenerlas.

Vuestro conocimiento del evangelio os permitirá encontrar fácilmente textos para que los fieles amen la pobreza. Como por ejemplo: «Dichosos los pobres, pues el reino de los cielos es para ellos» o «Es tan difícil que los pobres entren al reino del cielo como que un caballo pase por el ojo de una aguja». Debéis eliminar y hacerles despreciar todo aquello que pueda llevarlos a enfrentarse a nosotros. Haced que tengan miedo a enriquecerse, pues no irían al cielo.

Hago también alusión aquí a sus fetiches de guerra que no pretenden abandonar, pero que debéis poneros manos a la obra para que desaparezcan. Vuestra acción debe centrarse sobretodo en los jóvenes para que ellos no se rebelen y se opongan a sus padres si éstos deciden hacerlo. Los niños deben aprender a obedecer aquello que ordena el misionero, que es el padre de su alma.

Insistid particularmente en la sumisión y la obediencia; evitad desarrollar el espíritu en las escuelas; enseñad a escribir, a creer, no a razonar. Estos son, queridos compatriotas, los principios que aplicareis. Encontrareis otros muchos en los libros que os serán dados al final de la conferencia.

Evangelizad a los negros para que ellos permanezcan siempre sumisos a los colonizadores blancos, para que no se rebelen jamás contra las obligaciones que les harán sufrir. Hacedles recitar cada vez «Dichosos los pobres que lloran, pues el reino de los cielos es para ellos».

Los empresarios y los administradores se verán obligados de vez en cuando a recurrir a la violencia, a insultar, golpear, para hacerse respetar. No deberá permitirse que recurran a la violencia, a la venganza. Para ello, les enseñareis e incitareis, por todos los medios, a seguir el ejemplo de todos los santos que han puesto la otra mejilla, que han perdonado las ofensas, que han recibido salivazos sin estremecerse ni responder a la agresión.
Mantened a sus mujeres nueve meses en la misión para que trabajen gratuitamente nueve meses para vosotros. Convencedles de que deben ofreceros cabras, pollos y huevos cada vez que visitéis sus aldeas.

Hacedles pagar cada semana unas tasas en la misa del domingo. Desviad este dinero, supuestamente para los pobres, para abrir tiendas importantes donde estéis: para misiones, feligreses, fiscales, etc. Transformad vuestras misiones en grandes centros comerciales; ayudad ligeramente a los pobres para animar a los otros a pagar regularmente.

Pedidles que mueran de hambre si es necesario, y vosotros comed cinco veces al día o más con el fin de que vuestros vientres estén siempre llenos de buenas cosas y de que de vuestras bocas emanen olor a cebolla. Estableced un sistema de confesión que os haga buenos detectores de todo negro que tome conciencia o quiera reivindicar la independencia.

Enseñadles una doctrina que vosotros mismos no cumplís en la práctica; puede ser que os digan que por qué os comportáis en contra de lo que predicáis; respondedles que sigan lo que decís no lo que hacéis. Si ellos replican que una fe sin actos es una fe muerta, responded: «Dichosos aquellos que creen sin haber visto; ellos serán hijos de Dios».

Decidles que las estatuas que guardan son obra de Satán. Confiscadlas para completar nuestros museos de Ternere y el y el Vaticano. Hacedles olvidar sus ancestros para que recuerden y adoren los nuestros; Santa María, San Andrés, San Juan, Santa Teresa, etc.

No ofreced jamás una silla a un negro que venga a veros. Dadle siempre un cigarro. No cenéis juntos si no matan un pollo cada vez que los visitais en casa. Considerad a los negros unos niños que se engañaban a sí mismos cuando eran independientes. Exigid que os llamen siempre «Mi padre».

Blasfemad y acusadlos de comunismo y de persecución religiosa si ellos os demandan que ceséis de engañarlos y explotarlos”.

 

6 comentarios:

  1. Tristemente cierto.
    Aunque "genocidio" no se había acuñado aún.
    (Al perecer, una de las primeras ocurrrencias fué "1948 United Nations Convention on the Prevention and Punishment of the Crime of Genocide" - http://en.wikipedia.org/wiki/Genocide).
    Sin embargo, se practicó desde la Prehistoria hasta hoy -a veces con ese descriptor, otras muchas, más vergonzosas, -como 'cruzada', o similares-.
    Confiemos en q desde 2014 desaparezca del mapa (¡pero no de la memoria!).
    Y que toda la Humanidad y algunos otros más modestos tengamos unas felices fiestas y un mejor futuro, que deseo a tod@s.
    :-)

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    1. Gracias Manolo.

      Si bien no podemos diferenciar entre genocidios, sí creo que Africa merece un trato especial por su situación actual. Otros países van saliendo adelante como pueden. Pero está claro que el futuro robado a Africa fue tan grande que la ha dejado en un estado de pobreza, miseria y guerras permanente.

      Se ha de reparar el daño causado, cueste lo que cueste, y hablo de dinero y de conocimiento, no de ocupación.

      Un abrazo y buenas fiestas a tí también.

      Luis

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  2. Luis, fantástica entrada sobre un tema del que se tiene una absoluta y triste ignorancia.

    Un abrazo, @adriantsn

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  3. Respuestas
    1. Hola Oscar,

      La foto pertenece a AntiSlavery International. No se del autor.

      El libro de Hochschild, "El fantasma del Rey Leopoldo" recoge esta foto y otras del mismo brutal estilo.

      Concretamente el pie de foto era:
      "Nsala, del distrito de Wala, contempla la mano y el pie amputados de us hija Boali, de cinco años, víctima de la milicia de la Anglo-Belgian Rubber Company (A.B.I.R.)

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