domingo, 21 de junio de 2015

Del Caso Zapata y del Grito de Munch

Edvard Munch, El Grito
Desde que apareció "Podemos" en el panorama político nacional e internacional, el Grito de Munch, en sentido figurado, podría expresar la pose adquirida por los poderes conservador y neoliberal españoles, en los ámbitos político y mediático, una tensión máxima que la obra presenta con la yuxtaposición de líneas curvas y rectas, en medio de una agresividad colorista, que recoge el personaje central en un estallido de angustia y pánico.

Los conservadores ponen el grito en el cielo, amenazan con la bancarrota, con el paro crónico, con un nuevo nazismo, e incluso con una dictadura comunista. Cualquier argumento es válido si sirve para influir sobre el libre voto de los ciudadanos en las próximas Elecciones Generales.

La contradicción neoliberal exige sacrificar la justicia social, los derechos humanos, y una mejor redistribución de la riqueza en aras de alcanzar la libertad máxima del individuo. El neoliberalismo debería dejar de mostrar como ideología el hecho de que desean pagar menos impuestos que los demás, y que la única libertad que les interesa es la del mercado, porque la libertad política es evidente que les da completamente igual. Ya nos advierte Emilio Lledó que sin un mejor reparto de la riqueza, la libertad es una falacia; y contra esto, el neoliberalismo está frontalmente en contra.

Así bien, llevamos meses oyendo los gritos de pánico de Esperanza Aguirre, Eduardo Inda, de María Dolores de Cospedal, de Pedro Casado, de José María Aznar, de Paco Marhuenda, de Mariano Rajoy, incluso escuchamos gritar a Pedro Sánchez y a Susana Díaz antes de la llegada de los pactos. También a Albert Rivera para barrer voto conservador hacia su derecha; y cómo no, a Alfred Bosch y a Pilar Rahola en Catalunya, para acercar a las familias emigrantes, votantes potenciales de Podemos, al lado del independentismo. Toda una lección de democracia.

Y la instrumentalización del dolor ajeno para sacar réditos políticos entra dentro del juego. Unos exhiben y manipulan los atentados terroristas del 11M mientras esconden a las víctimas del metro de Valencia, otros acusan de terroristas a los muertos palestinos, aunque sean criaturas que aún no saben andar; y luego están los que pasean fotografías del Holocausto por los platós de televisión sin pudor ni respeto alguno. Y éste es el único contexto auténtico y de hipócrita intencionalidad en el que se han de entender los "tweets" del caso Zapata, desenterrados con uñas y dientes desde las entrañas de "Twitter" para deformar la voluntad política popular.

Y es obvio que esos mensajes contienen humor negro del peor gusto, pero de ahí a acusar a un ciudadano de antisemita es una postura bastante frívola. La red social "Twitter" cuenta con un gran defecto y una gran virtud que la diferencia de otras redes sociales, y es base de su éxito. La virtud es que se trata de la primera red de comunicación escrita que es usada por sus miembros con patrones de comunicación oral; es decir, "escribir" en Twitter es como "hablar" en una barra de bar rodeado de amiguetes.  El defecto de este sistema es que, como todos sabemos, esto es una ilusión, ya que Twitter es uno de los mayores escaparates públicos donde exponemos nuestras conversaciones privadas.

Y en el contexto de comunicación oral, afirmo que nunca me han gustado los chistes negros, ni discriminatorios, ni machistas, ni que puedan hacer daño a persona o colectivo alguno. Es más, no solamente no me gustan, sino que los repruebo con mucha intolerancia. Aún y así, la objetividad y el no partidismo nos obligará a reconocer que todos hemos tenido en nuestra infancia algún amigo que, -sin ser mala persona ni delincuente ni antisemita ni homófobo ni xenófobo ni psicópata- ha utilizado este tipo de bromas para intentar hacer reir al grupo (incluso el chiste del "cenicero" está anticuado y fue muy popular y "trending topic" en los años 90). Estas actitudes infantiloides -para bien o para mal- forman parte de la juventud, de la rebeldía individual, la que cuestiona con frecuencia los límites morales de la sociedad, unas veces de forma más virtuosa y afortunada, y otras veces de forma más torpe e inconsciente, incluso inocente.

Recuerdo que en 1990, Makoki editó y vendió en las tiendas un comic muy duro que bromeaba sobre el Holocausto "Hitler=SS", que se acabó prohibiendo y retirando por presiones de la comunidad judía. Sus dibujantes no eran criminales ni hacían apología del nazismo; tan solamente mantenían una involuntaria postura o distancia ante el dolor de los demás, algo de lo que Susan Sontag podría enseñarnos mucho.

Además, sociológicamente, nadie ignora que las reacciones humanas ante el horror pueden ser múltiples y diversas: algunos cambiamos de canal mientras se nos eriza la piel cuando terroristas ejecutan a un inocente en televisión; mientras otros miran las dantescas escenas sin parpadear mientras cenan, sin que eso signifique aprobación. Hay quien, de forma cotidiana, mantiene un contínuo e involuntario escapismo mental al sufrimiento, quizá para no sufrir también. Y es aquí donde estoy convencido que el humor "negro" tiene su rincón, en el de la imaginación, en el del cine y el comic, en cierta conceptualidad; forma parte de una abstracción mental que aunque -en este caso- conocedora de los horrores orquestados por Hitler, relega a un segundo plano la realidad, porque su extraordinaria crudeza y la lejanía temporal, la dibuja como imposible ante los sentidos, como la pesadilla de la que se ha de escapar.

La renovación de la política ha de ser muy autocrítica e inflexible, pero también profundamente reflexiva. No se deben seguir los pasos que marca la hoja de ruta neoliberal española, cínicamente escrita sobre el reverso de la Ley de Memoria Histórica; una hoja de ruta que ha teatralizado el pánico del Grito de Munch, mientras no escucha el escalofriante silencio de ese Grito, lanzado por la desespesración y la angustia de los más débiles y desafortunados de esta crisis.

Luis Díaz

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo, Luis, con el que estoy de acuerdo en casi todo. ¿En qué no lo estoy? En que creo que, sin querer, confundes gritos con ruidos. Sólo grita quien sufre, quien siente dolor. Los ruidos, por el contrario, los producen los políticos que mencionas mientras conducen el tráfico de los atropellos.
    Un cordial saludo, compañero.
    Manuel F. Torres

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    1. Hola Manuel,

      Gracias por tus comentarios, y estoy de acuerdo con lo que dices. De hecho, por eso, hablo de "pose" y de "teatro" con referencia a los neoliberales, mientras que ignoran el "escalofriante silencio" de ese Grito; que es la característica innata que el autor plasmó en esta serie de cuadros.

      Un abrazo. Saludos. Luis

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