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Sin comas, con intencionalidad sociológica, antropológica e histórica.
Con brevedad.
Todo hecho histórico, como el conflicto catalán, se
comprende en su justa medida cuando los ojos que lo contemplan lo hacen desde
una distancia suficiente para que los detalles no enturbien la visión de su espina dorsal.
Viajaremos lejos.
Somos el mono obeso, el mono desnudo, el mono ladrón, el mono
que para marcar su territorio cambió los gritos y la orina por himnos y banderas,
el mono que encarcela y hace sufrir a especies hermanas y a todas las demás, también
a la suya; el mono carnívoro que desgarra en la mesa los cadáveres de otras
especies mientras ríe, se enoja, lamenta, y se exhibe sobre política, justicia,
reyes y dioses. Su Justicia no es aplicable a las vidas que consume. El mono
cínico.
No mirar a las estrellas desde abajo, observar la humanidad desde
más allá, desde miles de millones de años luz de distancia, viajar mentalmente,
ser los dioses, para entender la levedad de la existencia, y desde el silencio
del cosmos, un agnóstico viaje mental de vértigo, soledad, asombro y
agotamiento de nuestra capacidad de imaginar hacia el final del Universo
conocido para, de repente, girar la cabeza, mirar hacia nuestro tan ignoto como
despreciable Planeta, y con los ojos del recuerdo intentar percibir el hedor soberano
de la orina de unos y de otros.
Justicia ciega ante el dolor y la profunda desigualdad, y de
perfección áurea en su micción nacional en un contexto de debilidades
democráticas usadas imprudentemente por todos como punto de apoyo de la palanca
social.
La guerra invisible que nadie vio pareció terminar. Se escuchan
saqueos y lamentos. Huidos. Hay políticos presos y presos políticos, según mire
la ciega y áurea Justicia o la perspectiva sea la de humanidad y convivencia. Solamente
queda anestesiar a la red para mantener a los Reyes en la baraja.
Luis Díaz