“Botifler” es un vocablo catalán
que significa “Traidor” y quizá la R.A.E. algún día lo incluya como catalanismo
en la lengua española, ya que su uso y abuso lleva años en auge en toda la
Península. Efectivamente, llevamos muchos años en Catalunya y en toda España
escuchando agresivas acusaciones cruzadas de traición entre unionistas e independentistas.
Y lo irónico es que, por mucho que señalemos con el dedo al oponente político, podemos
afirmar con rubor que los traidores somos todos.
Los unionistas tenemos que
reconocer que los presos catalanes en Madrid son presos políticos a pesar de
haber vulnerado gravemente el ordenamiento jurídico español. La política no
debería dar la oportunidad a ningún Juez para penalizar la evolución natural de
los Estados. El Derecho se está manifestando como un aplastante martillo que
intenta reparar a golpes un bloque de hormigón fracturado. La debacle independentista en
Catalunya, apoyada por dos millones de ciudadanos, sobrevino a partir de muchos
años de desencuentros entre el gobierno catalán y el gobierno de la nación, exhibiendo
ambos una incapacidad, irresponsabilidad y maldad política extrema, una
cerrazón autoritaria en Madrid, a la vez que una mutua enfermiza inteligencia propagandística
para tapar su corrupción y políticas de recortes.
Los unionistas somos traidores al no pedir diariamente la excarcelación del antiguo Gobierno catalán, somos
traidores de haber dejado pasar la oportunidad de celebrar un referéndum en
Catalunya, que hace años, sin ninguna duda, hubiese sido integrador, y habría reforzado
los lazos con otros pueblos de España. Somos traidores de no ser democráticos
hasta la última gota de nuestra sangre, prefiriendo votar la corrupción de
Estado que un sufragio universal en el norte, en nombre de banderas, himnos y
tradiciones que, si representan a pueblos con grandeza política, a ninguno nos merecen.
El independentismo también ha
sido traidor. Traidor a la Ley y traidor a las mayorías plebiscitaria y cualificada
en Catalunya, pero la mayor traición independentista ha sido a los suyos. Los
ciudadanos que salieron a las manifestaciones y decenas de grandes actos independentistas
de los últimos años siguen haciendo su vida, tienen sus momentos de ocio, disfrutan
de sus hijos, de sus programas y series de televisión, celebran cumpleaños, ...
mientras los líderes políticos a los que exigieron coherencia están privados de
libertad.
El recuerdo de aquellos días de octubre en los que aparentemente se declaró la Independencia
de Catalunya, mientras los ciudadanos independentistas en la calle esperaban con el calificativo de “traidor”
suspendido en el aire,… nos lleva a que cualquier independentista coherente ahora no debería disfrutar de ningún momento de ocio mientras tampoco lo tengan los presos, y dedicar todo ese tiempo a luchar por su puesta en libertad. No hacerlo también es traición.
Luis Díaz
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