Hace más de un año que el ex-Gobierno
socialista publicó el mapa de las fosas del franquismo, con gran
obstruccionismo por parte de las Comunidades gobernadas por el PP. Nos informaba entonces el diario El País que de
las más de 2.000 fosas comunes, tan sólo 250 habían sido abiertas. La postura
de los conservadores siempre ha sido contraria a la identificación de cuerpos alegando la voluntad de no levantar viejas
heridas, o incluso ahora -en el contexto de la depresión económica- diciendo que no es prudente gastar dinero en estos menesteres.
Quizá pudieramos vernos tentados
a aceptar estas premisas sino fuera por los mensajes que transmiten obras como “Ante el dolor de los demás”,
de la ya fallecida Susan Sontag, donde la autora nos enfrenta al sufrimiento
ajeno recorriendo a través de la imagen diferentes guerras y resaltando la
importancia del papel de pintores, fotógrafos y cineastas a la hora de
inmortalizar el dolor, y permitirnos compartirlo.
Susan Sontag destaca la película
del director pacifista Abel Gance “J’Acusse”, filmada en 1919 -con una
increíble escenografía que traslada al espectador a la época- para denunciar la
Primera Guerra Mundial, y que el mismo autor volvió a filmar renovada en 1938 ante la
inminente explosión de la Segunda Guerra Mundial.
En la película de Gance, cobra
especial simbolismo la escena en que los soldados víctimas de la guerra vuelven
a la vida como un ejército tenebroso con uniformes podridos y rostros
mutilados, para acusar y denunciar “los millones de jóvenes que fueron
sacrificados al militarismo y a la ineptitud entre 1914 y 1918 en la guerra
vitoreada como la guerra que pondría fin a todas las guerras", así como -en la
renovada y actualizada versión del film- para gritar a políticos y generales que
sus muertes fueron en vano ya que otra guerra estaba a punto de comenzar: “!Colmad
vuestros ojos de este horror! ¡Es lo único que puede deteneros!”.
También los españoles necesitamos colmar nuestros ojos del horror de nuestra guerra y de los crímenes del franquismo. La única forma de detener los rencores es recuperar los cadáveres para compartir el dolor de los demás, el dolor de los que aún escuchan cada día los gritos de su ejército tenebroso clamando que sus muertes no sirvieron para nada,
que sus cuerpos son condenados al olvido, y sus descendientes castigados a morir con el desconsuelo de la pérdida eterna de sus seres queridos.
Las fosas no pueden continuar olvidadas. Los familiares no deben seguir marchándose de esta vida sin respuestas. Es hora de
pedir perdón a los muertos de la guerra y de la postguerra, reconocer el
sacrificio de sus vidas, y concederles el descanso y la sepultura digna a aquellos que lucharon y murieron por una libertad que les fue violentamente robada.
Luis Díaz
Quien olvida su pasado esta condenado a repetirlo.
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