Tras la Primera Guerra Mundial, y en virtud de
los tratados de paz, el mapa europeo se modificó con importantes cambios, sobre todo con la desintegración del
Imperio Austro-Húngaro. La postguerra europea cambió la idea de Imperio por la
de Estado-Nación, estructura social que se basaba en el nacionalismo. Europa se
convertía así en un vergel de nacionalismos, mientras se empezaban a
deshilvanar todos los imperios.
Los costes de la guerra, la dureza de los
tratados de paz, el crack americano de 1929 y la alta vinculación económica
europea con EEUU causaron una miseria generalizada, y el caldo de cultivo de
los nacionalismos totalitarios, violentos y fascistas que conducirían Europa hacia
la Segunda Guerra Mundial, como fueron el fascismo de Mussolini y el nazismo de
Hitler.
Mientras tanto, a las puertas de la Segunda
Guerra Mundial, el alzamiento antidemocrático de Franco, y posterior guerra civil, convertía España
en un régimen fascista de terror, de asesinato, y de represión. La participación
de España en la Segunda Guerra Mundial fue limitada debido al desgaste de la guerra
civil, si bien fue colaboracionista con los fascismos
europeos.
El nacionalismo español de Franco gobernó con violencia durante 40 años; y la transición política solamente llegó cuando la permitió la sombra del
dictador muerto, quien observó vigilante y satisfecho desde el Valle de
los Caídos cómo el nacionalismo fascista español se
escondía debajo de la alfombra constitucional que él mismo preparó antes de
morir.
Quizá esto explique por qué muchos españoles
sienten la nación española solamente en ámbitos deportivos y no políticos. Desde algunas
comunidades, como Catalunya y el País Vasco, el nacionalismo español se llega a
vincular en el imaginario popular a la ultraderecha española. Paradójicamente, desde otras
comunidades españolas hay asimismo estereotipos que califican erróneamente de facismo a los
nacionalismos periféricos: son conservadores, burgueses, de derechas, clasistas,... pero no fascistas.
De hecho, se ajustan perfectamente al modelo nacional construído en Europa tras las dos guerras mundiales. Porque una cosa es estar a favor o en contra de la Independencia de Catalunya,
y otra muy distinta es la propaganda institucional que nos secuestra el libre pensamiento.
No podemos decir lo mismo del nacionalismo español, cuya historia reciente fascista aún se transparenta en el totalitarismo de Estado cuando transpira
a través de la piel de nuestras instituciones.
Italia y Alemania exhumaron en gran medida sus fascismos, con el linchamiento de Mussolini, en el que colgaron su cadáver boca abajo, y al que desfiguraron brutalmente. El desdibujado rostro y su borrada sonrisa le robaron la inmortalidad. Por su parte, el cadáver de Hitler nunca se encontró, ya que tras su
suicidio y su propia orden de ser quemado, el ejército ruso se encargó de que
sus restos nunca se utilizasen para la creación de un santuario del nazismo.
El ritual español para enterrar el franquismo no fue realizado por ningún tipo de justicia exhumadora, sino que sucedió al revés: mientras la tumba del dictador se encuentra en lugar privilegiado del Valle de los Caídos, presidiendo el mausoleo construído por él mismo para su gloria eterna, sus víctimas siguen pudriéndose en las carreteras para orgullo de aquellos herederos del fascismo que siguen añorando la barbarie mientras dan gracias a Dios.
Hoy más que nunca es necesario ejecutar el ritual pendiente, es ineludible celebrar el "ritual del caos" para desembocar en la "creación del nuevo país", un país democrático y en paz. En consecuencia, figurativamente hablando, el caudillo asesino deberá ser "linchado, y su cadáver colgado boca abajo desde lo más alto de la cruz del Valle de los Caídos, así como su rostro desfigurado hasta perder su identidad". Con la desaparición de la inmortalidad del cadáver, el Valle de los Caídos podrá ser redefinido como un recuerdo para todas las víctimas de la guerra civil.
Estoy convencido de que un acto sincero de estas características -que en la actualidad consistiría en la exhumación del cadáver de Franco y entrega a los familiares para que lo pusieran en su salita de estar-, haría florecer banderas españolas en muchos balcones independentistas catalanes.
Luis Díaz
Muy buena entrada Luis.
ResponderEliminarUn abrazo, @adriantsn
Gracias Adrián.
EliminarSaludos. Luis
La idea de la entrada la suscribo, en el final no soy tan optimista. En la situación actual del independentismo catalán hay mucha parte de tapar miserias políticas y eso no se soluciona con una limpieza del fascismo español. De todas maneras, felicidades
ResponderEliminarGracias Miguel Angel,
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