Después de la Vía Catalana, la Uve, las Diadas, el cambio de
camisetas, y decenas de otras divertidas performances y actos de la ANC y Òmnium Cultural, en el contexto de
un marketing impecable, empieza el juego final: la ruleta rusa. La revolución
de las sonrisas apretará los dientes y afrontará una realidad menos planificada
y menos lúdica para defender sus aspiraciones. Es la hora de la CUP.
El independentismo y el inmovilismo español se emplazarán en
los próximos días a un enfrentamiento sin retorno, donde la propaganda
transmutará en la no deseada pero inevitable violencia, conflicto del que sólo podrá quedar uno; ya no
hay pacto posible y el federalismo en esta fase no es una opción. La irresponsabilidad
mutua ha llevado a ambas partes a un escenario irresoluble pacíficamente donde
se han extremado hasta el límite todas las posturas. Y lo destacable, es que el
derrotado lo perderá todo, por lo que esta partida se jugará hasta la última
bala. Sabias son las enseñanzas de la Historia: las independencias surgen de
los pactos o de la sangre, aunque todo esto ya hace tiempo que lo saben los
políticos dirigentes de ambos lados, y me temo que esta contingencia existe también desde hace tiempo en la Hoja de Ruta de
ambos gobiernos.
Entretanto, Podemos y els Comuns han apoyado el voto del 1-O como
movilización, a la vez que han negado su legitimidad como plebiscito. Buscando
curarse en salud, han demostrado miopía e inexperiencia política, cavando su
propia tumba, pues política absurda es recoger margaritas en medio del campo de
tiro cuando los dos bandos ya se encuentran atrincherados y con las armas a
punto de disparar. En ese lugar lo único que puedes recoger es fuego cruzado. A
partir de este momento, los partidos del 15M pasan a la reserva.
¿Y volviendo a lo realmente importante, cómo podríamos averiguar
hasta dónde podría escalar este conflicto? No es tan difícil. Como todo en la
vida, las personas, las instituciones, las empresas, invierten más esfuerzos en
sus actos en función de la importancia de lo que se juegan. Para medir la
potencia de este choque de trenes, solamente hay que mirar al oponente con más
músculo físico, averiguar si algún factor externo pudiera amortiguar su acción, y
lo más relevante, hacer un simple análisis de contingencias del impacto del
proyecto independentista sobre terceros, principales Stakeholders
negativos, que son el PP y el PSOE. A eso vamos.
El PP y el PSOE están temblando. Una hipotética Independencia
de Catalunya podría suponer la desintegración del PP y del PSOE. Parece exagerado, pero sin Catalunya, nos
encontraríamos con un PSOE que nunca podría tener ya mayorías de izquierdas para
gobernar en lo que quedase de España -si es que queda algo porque otros
territorios también saltarían-, y en consecuencia, no podría responder a sus
actuales deudas con los Bancos ni acceder a futuras financiaciones, sería un
adiós a las puertas giratorias y a tantos y tantos privilegios, un adiós al
chollo de la política, adiós también al federalismo, el adiós al futuro de un partido centenario, y
a un Pedro Sánchez cuya cabeza rodaría políticamente -una vez más - por la
Carrera de San Jerónimo.
El Partido Popular también acabaría seriamente dañado: un partido con origen franquista que sigue atropellando el deseo de modernidad de una España progresista, un partido orgulloso y arrogante, donde anida la intolerancia y la ultraderecha más reaccionaria y violenta, que aún se siente orgulloso de mantener las fosas de rojos muertos durante la Guerra Civil -cual trofeo de guerra-, un partido manchado por la corrupción como ninguno ha estado nunca en Europa y que hacen el negocio del siglo aplicando un timo de neoliberalismo sobre las propiedades públicas; un partido con ese perfil ante una hipotética independencia de Catalunya llevaría a serias e impredecibles fracturas internas sin precedentes, donde la cabeza de Mariano Rajoy y de todo el Gobierno irían detrás de la de Pedro Sánchez, y sería lo más leve que sucediese. El PP recibiría la Independencia de Catalunya peor que si hubiesen perdido la Guerra Civil. Es impensable que esta formación política permita ni por las buenas ni por las malas un proyecto con ese terrible calado en su existencia. Visto así, ¿a alguien le extraña la reacción del PP y el silencio del PSOE? A la vista de esta rápida reflexión, aún no hemos visto absolutamente nada. Lo peor está por llegar.
El Partido Popular también acabaría seriamente dañado: un partido con origen franquista que sigue atropellando el deseo de modernidad de una España progresista, un partido orgulloso y arrogante, donde anida la intolerancia y la ultraderecha más reaccionaria y violenta, que aún se siente orgulloso de mantener las fosas de rojos muertos durante la Guerra Civil -cual trofeo de guerra-, un partido manchado por la corrupción como ninguno ha estado nunca en Europa y que hacen el negocio del siglo aplicando un timo de neoliberalismo sobre las propiedades públicas; un partido con ese perfil ante una hipotética independencia de Catalunya llevaría a serias e impredecibles fracturas internas sin precedentes, donde la cabeza de Mariano Rajoy y de todo el Gobierno irían detrás de la de Pedro Sánchez, y sería lo más leve que sucediese. El PP recibiría la Independencia de Catalunya peor que si hubiesen perdido la Guerra Civil. Es impensable que esta formación política permita ni por las buenas ni por las malas un proyecto con ese terrible calado en su existencia. Visto así, ¿a alguien le extraña la reacción del PP y el silencio del PSOE? A la vista de esta rápida reflexión, aún no hemos visto absolutamente nada. Lo peor está por llegar.
Y si algún independentista piensa que vendrán desde fuera a parar la represión española que se avecina, se equivoca; puesto que haber dado un golpe de mano en el Parlament y convocar una DUI (disfrazada de Referéndum) con un 35% del censo electoral (menos de un 10% hasta 2010) y minoría de votos les deslegitima como víctimas políticas ante los ojos internacionales, a menos -claro- que se produzca una intervención militar con duros conflictos y unos cuantos muertos. No es alarmismo, así son las reglas del Derecho Internacional a las que el independentismo alude de forma reiterada en los últimos días.
Por eso estoy convencido -con el deseo de equivocarme más que otras veces que también he errado- que si se declara la Independencia de Catalunya estamos abocados al conflicto civil de media o larga duración y con víctimas. Los partidos políticos españoles necesitan a Catalunya para su supervivencia -ya incluso sin valorar el brutal impacto económico, financiero, social y político que se produciría en España-; y el independentismo necesita la intervención militar, el fuego del PP, y cierta martirización para obtener el reconocimiento internacional, porque después de todo, saben que tampoco han hecho las cosas bien.
Luis Díaz
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