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Son palabras del Licenciado en Derecho Manuel Martínez
Fernández extraídas de su libro “Superando la Parálisis Cerebral”. Desde la
experiencia personal, las dificultades, y la fuerza de voluntad de toda una
vida, Manuel denuncia y enseña que la sociedad a menudo y erróneamente entiende
las discapacidades como enfermedades, dignas de lástima, y con el
convencimiento de que las personas con alto grado de discapacidad funcional
están abocadas irremisiblemente a la desgracia y a cierto desahucio personal.
Esta guía tan vital y optimista también sorprende al lector
con el atrevimiento intelectual y justificado de elevar la totalidad de la
población a la categoría de discapacitado, por demostradas razones y
clarificadores ejemplos, pero entre todo esto, la verdad más evidente que
encierra es que hoy día la Ley de la Dependencia también ya incluye a los
ancianos, es decir, a todos y cada uno de nosotros en algún momento de nuestra
vida. No obstante, no deberíamos esperar a la vejez para comprender qué es una
discapacidad, y tampoco que la normalidad –ni lástima ni invisibilidad- es la
mejor respuesta que podemos dar.
Manuel Martínez invita a todos los discapacitados a
perseguir cada día la igualdad paso a paso, en buscar alternativas a la
funcionalidad perdida; resaltando la importancia por un lado de la
rehabilitación, y por otro, de apoyarse en los avances tecnológicos en el área
de la discapacidad, sin prejuicios, así como salir a la calle sin reparos por
utilizar sillas, bastones o muletas. La diferencia entre seguir estos consejos
o no seguirlos marcará la diferencia entre la calidad de vida y la realización
personal; o convertirse en personas sin autonomía y con alto riesgo de
depresión.
Tanto el libro de Manuel como el activo y conocido papel de
los ancianos en la sociedad de la crisis actual es una gran definición de lo
que esconde la Dependencia: se trata de un conglomerado de individuos
potencialmente muy productivos. Unos por cuidar de las familias que se han
encontrado súbitamente con el problema del paro, los otros por tener unas
historias personales de superación que los han convertido no en personas
iguales a los demás; sino en personas para los que no existen retos que no sean
capaces de enfrentar. La frase del inicio de este artículo representa el
espíritu del discapacitado, pero también es el espíritu del aventurero, el de
las personas que no han tenido una vida fácil pero han sabido superar con
dignidad las dificultades. Y lo que es más paradójico, esta frase es asimismo el
paradigma del empresario o emprendedor.
El Gobierno de la Nación, en vez de recortar ayudas a la
Dependencia, quitándoles la limosna que reciben, sillas, prótesis y demás
elementos imprescindibles para discapacitados sin recursos económicos, debería
entender el alto potencial emprendedor de este colectivo, perfil que no tenemos
los demás, perfil que sólo pertenece a marineros que han cruzado mares
imposibles y a exploradores de curiosidades y de miedos. Si se ayudara a estas
personas a alcanzar horizontes más lejanos, pronto aparecerían en España una
nueva generación de empresarios de éxito, cuya discapacidad sería pura anécdota,
y su alta capacidad directiva sería motor productivo del país.
Después de denunciar los recortes a la Dependencia, sólo me
cabe denunciar los no recortes a los “Mantenidos”. Recuerdo a Esperanza Aguirre
hablar de “mamandurrias” y de “Papá Estado” para criticar subvenciones que no
eran de su agrado, mientras ella y toda su noble familia succionan sin
interrupción desde lo público hacia lo privado. Aunque no es la única, merecía
ser destacada en estas líneas por exhibir hipocresía populista mientras oculta sus
contradicciones. Los “Mantenidos” viven en el Caso Gurtel, en el Caso PP o
Bárcenas, están en la cúpula del PP, son cargos de confianza, son los amigos,
son los amigos de los amigos. Cuando no
es corrupción son sueldos; cuando no son triquiñuelas legales son
remuneraciones abusivas a la mediocridad; cuando no es financiación ilegal por
comisiones de empresas, son subvenciones a empresas en las que ellos o los
suyos participan.
No nos equivoquemos, dar subvenciones a los dependientes es
un acto de derecho y una potencial inversión de futuro, es el envidiable ejemplo
de la superación social; pagar el sueldo a nuestro Gobierno sin exigir nada a
cambio es dar dinero a los “Mantenidos”, es invertir en mediocridad, en los
mediocres hijos y mediocres amigos de los mediocres, y en definitiva, abocarnos
hacia una depresión económica sin retorno.
Luis Díaz
Ayudar a personas que sus circunstancias le impiden hacer el día, día como los demás y se esfuerzan en conseguir retos y metas que no parecen nada para los demás pero son un mundo para el que las consigue, eso es ser persona. Los chupones que comentas esos y muchísimos mas de colores varios bajo una piel de cordero son lobos.
ResponderEliminarSí, Joan. La contradicción es que los derechos de los ancianos a terminar sus vidas con dignidad y los de los discapacitados a conseguir superar los problemas funcionales, se los comen quienes no los necesitan, se los gastan en lujos.
EliminarDespués, además duermen tranquilos, pues la hipocresía es que son creyentes, y dando parte del botín al obispo de turno consiguen la tranquilidad de su conciencia.
Cómo se parecen todas estas actitudes a las que se practicaban en los tiempos del Papa Alejandro VI, el Borgia.
Saludos. Luis
Pues la verdad a veces duele pero es la verdad, no hay alimentar la asistencia peroincentivar el esfuerzo yo ayer me encontraba saturado por un equipo mediocre decidi tirar adelante la faena y asi lo hice.
ResponderEliminarAmar.
Hola Amar,
EliminarNo se si he entendido bien el comentario. Tan sólo matizar que en el caso de la dependencia, la ayuda y subvenciones son vitales no sólo para incentivar el esfuerzo sino también para garantizar que todos jugamos con posibilidades de éxito parecidas en esta vida.
Saludos. Luis