Forma parte del mito griego de la creación que después de
que Epimeteo repartiese las cualidades naturales a los animales y no quedar
ninguna para los hombres, Prometeo –hijo del Titán Jápeto y primo de Zeus- robase
el fuego de los dioses para entregárselo a los hombres, proporcionándoles la luz
o inteligencia, que sólo había sido patrimonio de los dioses hasta aquel
momento.
El hecho es que Zeus –padre de los dioses- condenó al
benefactor de los hombres, Prometeo, a permanecer atado en una roca eternamente
y a que un águila devorase su hígado cada día; hígado que a su vez se
regeneraría cada noche para que el águila pudiese volver a devorarlo al día
siguiente. Heracles, héroe e hijo de Zeus, le liberó y mató al águila con una
flecha.
“Cuéntame un Mito”, del Doctor en Filosofía Carlos Goñi es
un libro muy recomendable que explica los grandes mitos griegos con gran proximidad
y los ilustra con didácticas interpretaciones. Fue precisamente una opinión personal
del autor sobre el Mito de Prometeo el que me llevó a construir este artículo. Carlos
Goñi termina su comentario sobre Prometeo explicando que hoy día no estaría orgulloso de los hombres por los que se sacrificó,
que no hemos seguido los proyectos del Olimpo, y que irónicamente ahora los
hombres quizá seamos el águila que picotea el hígado de Prometeo.
La luz o inteligencia que nos fue concedida por Prometeo no
la hemos usado con inspiración divina, o lo que es lo mismo, con respeto hacia
la madre de todos, la madre Tierra, la griega Gea. Prometeo sufrió y se sacrificó por los hombres,
pero los hombres no hemos utilizado bien la luz, no nos hemos integrado con la
Naturaleza, no hemos hecho un desarrollo sostenible, no hemos repartido lo que
hay entre todos, hemos nadado en miles de hipocresías, como la de sobreproteger
la infancia del Primer Mundo mientras que condenamos a muerte con una mueca a
la del Tercer Mundo por nuestro inmovilismo y mediocridad humana.
Y si aún tenemos dudas de cual es hoy la luz que guía nuestro mundo, la que seguimos desesperadamente, baste con echar una mirada al mapa
de este artículo, un mapa donde se muestran las emisiones lumínicas del
Planeta, que son el reflejo de la actividad humana y de sus redes urbanas; un
mapa donde las áreas más luminosas desenmascaran claramente a la economía, a las
megaciudades globales, a las ciudades que dirigen nuestras vidas, a las que
tienen el mayor PIB, a los mercados, es decir, a los que en nuestro nombre mantienen
vivo al águila de Prometeo.
Es perceptible una especial e intensa luminosidad sobre las
ciudades de Nueva York, Londres y Tokio, sedes mundiales de la Bolsa
Internacional, de la especulación y del capitalismo. Este tramado de luces frente
a los túneles oscuros en que vive el resto del Planeta parece que invite a
todos una y otra vez a ir hacia la luz.
Dicen que no hay que ir hacia la luz porque al final del
túnel está la muerte, pero en nuestra realidad no tendremos otra opción. En la
luz se encuentra el águila de Prometeo devorando su hígado. Debemos cargar nuestro espíritu con las
flechas de Heracles y volver a abatir al águila. Se trata de recuperar a la
madre Tierra Gea, de practicar el desarrollo sostenible, el decrecimiento, el
reparto de la riqueza, y la racionalización del uso de los recursos naturales.
Y esta vez tendremos que hacerlo sin Heracles.
Luis Díaz
Luis Díaz
Muy griego te veo... TBO muy greko!!
ResponderEliminarSi debería cambiar la situación, falta conciencia de la realidad y memoria del pasado para escoger el futuro.
ResponderEliminarLa sociedad en su mayoría parece estar idiotizada, cual sera el antídoto o el remedio.
yo pienso que es enseñar y preparar a los que en el futuro tienen que cortar esta situación.
Creo que no deberíamos esperar al futuro, que de entrada se presenta con menos educación.
Eliminar