Cuando hablamos de fragilidad a menudo pensamos en la
tercera edad, en hombres o mujeres indefensos, y especialmente en los niños.
Cada día recibimos numerosa información a través de los medios de comunicación
y de nuestro propio entorno que escenifica situaciones diversas donde la
fragilidad se manifiesta de muchas maneras, incluso asociada en la cultura católica
al sacrificio y al dolor, donde los personajes bíblicos continuamente mueren,
sufren, lloran, pierden, hacen sacrificios,… La cualidad de ser frágil evidentemente
no es exclusiva del ser humano, también la tienen los animales, aunque esto no sea
ciencia para todos ni importe lo suficiente a los humanos hambrientos.
En el libro “Comer Animales”, su autor, Jonathan Safran
expone el camino personal que le condujo hacia el vegetarianismo. Es magnífica,
valiente y hermosa la descripción que realiza de su perrita George, texto que
utiliza con gran ardid entre muchos otros alegatos que acercan los animales al mono
espabilado que somos, para despertar en el lector la curiosidad de por qué si
se comen muchos animales, no se comen los perros.
“Al igual que yo,
George teme al dolor, busca el placer y anhela no sólo la comida y el juego
sino también la compañía. No me hace falta conocer al detalle sus humores y
preferencias para saber que los tiene. Nuestras psicologías no son iguales, ni
siquiera se parecen, pero ambos tenemos una perspectiva propia, una forma de
procesar y experimentar el mundo que es intrínseca y única. Nunca me comería a
George porque es mía. Pero ¿por qué no puedo comerme a un perro desconocido? O,
yendo al grano, ¿qué justificación existe para librar a los perros del destino
que damos a otros animales?”.
Si el autor consigue que un lector sensible a los perros clasifique
psicológicamente de igual manera la carne del perro con por ejemplo la carne
del cerdo, -igual de inteligente y sensible que los perros-; entonces la trampa
está servida. El lector obediente es inducido a enfrentarse a la imagen mental
de comerse a su propia mascota, lo que para muchos propietarios de perros podría
rozar incluso cierto “canibalismo”. La consecuencia inmediata es un enérgico rechazo
intelectual a la idea de comerse al perro, y por extensión, tampoco al cerdo.
Reconocer a los animales como iguales, como vidas que
sufren, que lloran, que comprenden, y que deberían tener su propio libre
albedrío, es un largo camino al que sólo llegan los humanos osados que no dudan
en enfrentarse a sus propias convicciones y a cuestionar su propia identidad
vital. La huida hacia el vegetarianismo representa la decisión de respetar la
vida en su esencia y de aprender a integrarse con la naturaleza, una nueva
cultura existencial.
En cambio, los humanos más depredadores preferirán auto-convencerse
de que el cerdo es un animal que nace envasado, que no ha sufrido, que no
piensa, que no tiene derechos naturales, y que es poco más que el contenido de
una nevera; a la vez que exhibiendo sensibilidad desde sus encías, construirán un
palacio de cristal alrededor de sus vidas en el que grabarán la palabra “muy
frágil”.
Nuestra fragilidad es una apariencia, es cerrar los ojos
ante el cruel simio depredador que somos, ante la pérdida de conciencia y
abstracción mental del macabro mercado de animales asesinados en el que participamos
diariamente mientras reímos y charlamos; mientras las frágiles criaturas de simio
juegan en el plato con cochinillos destrozados, con pollos malogrados o con
terneras cuyos nervios también molestan.
La fragilidad existe, pero no especialmente en nuestra
especie.
Luis Díaz
En nuestlo pais comemos pelos pelo tambien patos lacados muy licos
ResponderEliminarNo hace falta responder a Fu Man Xú. Ya sabemos como acabó.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo con Luís Díaz. Añado, 3 son las consideraciones a poner sobre la mesa para no comer animales:
1/ Etica hacia el derecho de los animales. Muchos energúmenos mentales los niegan, lo cual no significa que no existan.
2/ Ecológica. La producción de metano derivada de la cria de ganado para la alimentación cárnica es brutal y sus consecuencias sobre la atmósfera del planeta. Además, en costes, es inferior y más saludable para el planeta dedicar el terreno al cultivo. Con menos ha mayor producción.
3/ Sanitaria. La química que se inocula a los animales de abasto acaba depositada en nuestros organismos.
No me alargo más. Un saludo a todos.
Gracias Anónimo. Buena aportación. :)
ResponderEliminarFuManXu nos enseña que este artículo no encaja con las comunidades que comen perros de forma natural. Necesitaría una readaptación usando animales que respeten, adoren o veneren, si es que hay alguno.
Saludos. Luis
Si estás de acuerdo firma esta petición, por favor.
ResponderEliminarhttps://www.change.org/es/peticiones/ministerio-de-agricultura-alimentación-y-medio-ambiente-dejar-de-matar-y-comercializar-animales-no-humanos-y-sus-productos-para-consumo-humano
http://www.youtube.com/watch?v=UqzF4K4eFeQ
ResponderEliminarwww.defensanimal.org/especismo
www.defensanimal.org/veganismo
Gracias por los links
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