“Escribir después de Auschwitz” es un introspectivo artículo
extraído del libro de ensayos del Premio Nobel y Príncipe de Asturias de
Literatura, polaco de nacionalidad alemana, Günter Grass, “Artículos y
Opiniones”, donde transmite ante un grupo de estudiantes universitarios la
intensidad de la vergüenza de los crédulos jóvenes –que como él con 17 años- participaron
en las “Juventudes Hitlerianas” desde la ignorancia y la aliñada educación dogmática
de las escuelas del Tercer Reich. El desconocimiento del horror y la negación
posterior de lo que sus ojos veían y su cerebro evitaba, potenciarían el gran
crítico y humanista que es hoy. En su artículo descubre las discrepancias internas
de pensamiento surgidas en Alemania tras la Guerra sobre el derecho a crear arte o a escribir poesía después de los
crímenes sucedidos en los campos de concentración, que en sus trabajos interioriza y plasma con un
ritual de cierto aturdimiento, respeto y rebeldía ante la masacre.
Como contrapunto a la dolorosa ética de Grass ante el horror, que el Gobierno español utilice de forma continuada en su argumentario propagandístico la autoequiparación con las víctimas del nazismo como respuesta a las manifestaciones de ciudadanos descontentos por las políticas de desahucios, privatizaciones y eliminación de derechos, es una imperdonable falta de respeto hacia millones de muertos; es una política cruel que no duda en difuminar el escenario del holocausto con el de la vida de lujos y excesos que ellos exhiben con arrogancia, mentiras, y frecuentemente, impunidad, con el único objeto de imprimir confusión en la población.
Como contrapunto a la dolorosa ética de Grass ante el horror, que el Gobierno español utilice de forma continuada en su argumentario propagandístico la autoequiparación con las víctimas del nazismo como respuesta a las manifestaciones de ciudadanos descontentos por las políticas de desahucios, privatizaciones y eliminación de derechos, es una imperdonable falta de respeto hacia millones de muertos; es una política cruel que no duda en difuminar el escenario del holocausto con el de la vida de lujos y excesos que ellos exhiben con arrogancia, mentiras, y frecuentemente, impunidad, con el único objeto de imprimir confusión en la población.
¿Quién no recuerda el “espíritu nacional” de nuestros colegios
franquistas?, donde todos -igual que Grass en Alemania- aprendimos a amar la mano que nos estrangulaba el
pensamiento; a asociar la violencia del Dictador con el deseo de Dios; a no
plantearnos que existiera algo mejor que ser pobre, patriota e ignorante; y lo
que es peor, donde la individualidad de las personas quedaba supeditada a la
obediencia ciega a una bandera, por muchos asesinatos que ésta pudiese cometer –y
se ocultasen-. Este ha sido siempre el germen de nuestra “España profunda”, el gran
freno de nuestro progreso, nuestro Hitler, nuestro Franco, los antepasados
ideológicos y cosanguíneos del partido del Gobierno.
Dicen que no se debe escupir en contra del viento, y es por
eso que esta reflexión sobre los argumentos del PP los dejan manchados con sus
propios esputos. El sentido común asemeja más ideológicamente PP a nazismo que a
los ciudadanos que son acusados por éste de airear la ideología criminal. Sin
embargo, ni siquiera el hecho de que la política neoliberal del Gobierno con un
renovado adoctrinamiento ideológico y religioso tome formas de un “neofranquismo
europeo”, implica que merezcan el calificativo de nazis. Porque las técnicas
goebbelianas de “lavado de cerebro” para manipular políticamente a jóvenes y
adultos –seamos honestos- están ya a la orden del día en toda la franja política
y mediática españolas. Ser nazi es ser asesino, es cometer crímenes contra la
humanidad, es robar la vida de los más débiles, de los indefensos, y someterlos
hasta su exterminación.
No mancharé la memoria del holocausto en este artículo, pero puesto que el PP no tiene escrúpulos en hacerlo, tan sólo recordaré que lo más cercano a matar personas indefensas es dejarlas morir: la subida de impuestos indirectos, la privatización de la
sanidad pública, el recorte en subvenciones a prótesis y a medicamentos, la
supresión de la tarjeta sanitaria a inmigrantes sin recursos, el desmantelamiento
del sistema de pensiones, y la drástica reducción de ayudas a la dependencia evidencian
que muchas personas, sobre todo los más débiles, perderán toda calidad de vida, sufrirán
desatención; y no disfrutarán de un acceso ágil y personalizado a la sanidad que han pagado trabajando durante
toda su vida.
Esta política del Estado no es un crímen contra la humanidad, tan sólo será una invitación a mayores y a dependientes a no apurar su tiempo.
Luis Díaz
Luis Díaz
si senyor molt be .
ResponderEliminarGràcies Hanna
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