Así bien, aquella semilla de la nueva Europa se germinó con
la ambiciosa expectativa de convertir la unión económica no sólo en una
unión monetaria, sino de posibilitar además la unión política, es decir, perseguir
el objetivo de hacer converger las democracias, los derechos y las libertades de
los estados miembros hacia una ciudadanía común.
Maastricht prometió favorecer el sentimiento de pertenencia
a la Unión Europea, la protección de la salud pública, la cooperación para el
desarrollo, la protección efectiva de derechos e intereses de los consumidores,
favorecer el acceso a la formación profesional de la juventud, el desarrollo de
una educación de calidad, la protección elevada del medio ambiente, la
estimulación de empresas y pymes, de los centros de investigación y las
universidades en sus esfuerzos de I+D de alta calidad; y –entre otros muchos
aspectos- la persecución de una cohesión económica y social entre los países
miembros, donde España, Grecia, Irlanda y Portugal saldrían favorecidas.
Veinte años después de Maastricht el resultado en los países
del Sur de Europa -y particularmente en España- es bastante distinto al
proyecto inicial: la ciudadanía europea se confunde con la alemana, la salud y
la educación públicas de calidad ya no convergen con la igualdad y los derechos
de los ciudadanos, la protección del medio ambiente queda supeditada a criterios
económicos, el apoyo a empresas y pymes sólo se hace efectivo si pertenecen al
sector financiero, la investigación y el desarrollo emigran al Norte, miles de
consumidores desprotegidos y estafados por la Banca; y la cohesión económica y social se ha
escenificado como una obsesiva petición de pago de deudas con intereses
abusivos en un marco claramente especulativo, donde Europa no duda en atropellar
las democracias que la vieron nacer, a la vez que agita la pobreza en los países donde prometieron ayudas al
desarrollo, y reprime las voluntades soberanas con contínuas amenazas a través de los medios de
comunicación.
Europa se ha vestido un traje de frac y está ejerciendo de
cobrador de morosos en los países del Sur, aún sabiendo que esta actitud
truncará para siempre el proyecto de una Federación de Estados
Europeos, y quizá acabará con la moneda única.
Otra página gloriosa para la Historia.
Luis Díaz
Otra página gloriosa para la Historia.
Luis Díaz
Si que es verdad, tendremos que romper la baraja...
ResponderEliminarRectificar es de sabios. Aunque sea después de 20 años.
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