Mientras me disponía a leer el libro de Julio Anguita y
Carmen Reina “Conversaciones sobre la III República”, no he podido sino detenerme a escribir este artículo al encontrar
una descripción rápida, clara, objetiva y fresca sobre el escenario político del
que venimos, en el que estamos, y al que deberíamos ir, a cargo de su
prologuista Alberto Garzón.
No reproduciré el contenido de este buen prólogo –mejor leerlo-,
pero sí destacaré cuando Alberto Garzón nos advierte que -según los expertos- de nuestra transición democrática no apareció un proceso ejemplar –con el
que recuerdo íbamos presumiendo y dando lecciones especialmente por Latinoamérica-
sino “una democracia de mínimos” o una “democracia de baja intensidad”.
Me gustaría invitar a comprender las implicaciones de este -al
parecer inofensivo- concepto. Lo interiorizaremos muy fácilmente si hacemos una
comparativa entre “el vaso medio lleno” y “el vaso medio vacío”. Una “democracia
de mínimos” quizá sí fue un buen punto de partida post-franquista, “un vaso
medio lleno” ante la dificultad política del momento, una forma optimista de
visualizar un futuro democrático, un punto de inflexión hacia una democracia
plena que vendría posteriormente, donde la política convertiría imperfecciones en derechos, soberanía, justicia y libertad.
Pero no fue así, ya que a la casta política de la Dictadura
también se le supuso erróneamente buena fe democrática. Un gran error, pues la
evidencia presentaba a unos dirigentes privilegiados que habían dedicado su
vida a ser los carceleros represivos y deshumanizados de un pueblo con altas
carencias personales, sociales, educativas y sanitarias; y que probablemente
sólo pensaron en el cambio de régimen tras las presiones políticas llegadas
desde el otro lado del Atlántico. Hoy cabe después de 40 años de dictadura y 40
años más de una “democracia de mínimos” (“vaso medio lleno”), también llamada “post-franquismo
neoliberal” (“vaso medio vacío”), reconocer que esta democracia no ha cumplido
la expectativas que teníamos de ella.
No obstante, la crisis económica global, nuestra crisis del
ladrillo particular, la crisis de valores, la crisis política, la “democracia
de mínimos”, y el fracaso de la transición, sí son ahora un estupendo caldo de cultivo de ideas
sociales, donde hay que ser optimistas y ver “el vaso completamente lleno” -un vaso de la Grecia Antigua y no un vaso de la España franquista-, confiar
que esta vez el pueblo sabremos encontrar el mejor camino de convivencia por nosotros
mismos y al margen de la alergia democrática de unos cuantos, porque hoy tenemos
la educación que Franco nos robó y la tecnología que nos permitirá hacerlo.
Despertares.
Luis Díaz
A si es y de no serlo sera derrumbe de la mayoría, yo pienso que si recuperamos el valor, el respeto y
ResponderEliminarcomo no el apoyo entre unos y otros mas los medios actuales podemos hacer cambios y de hecho de están haciendo tenemos que unirnos y ser una fuerza.
Gracias Joan. Es un proceso muy lento y muy frágil, y tal como dices, que necesita que nos olvidemos de pequeñas diferencias para hablar de lo que importa.
EliminarUn saludo. Luis