Cuando el capitán Leo Davidson y sus astronautas aterrizaron desde el pasado en el “Planeta de los Simios” (prefiero el ‘remake’ de Tim Burton donde
Wahlberg interpreta a Leo y Charlton Heston –exPresidente de la Asociación Nacional
del Rifle- interpreta un papel más acorde con su agresivo perfil), encontraron
una raza humana esclava, sin habla, maltratada y golpeada, no dominante, y
sometida a una especie de simios violentos, autoritarios, feudales y semi-evolucionados.
Después de ser capturados y de algunas vicisitudes más, Leo consigue rebelarse
y escapar con cierto éxito de una realidad que ya es asumida por el resto de
humanos como la única vida posible.
Leo dispondrá de una ventaja comparativa en su búsqueda de
la libertad: su educación y sus frescos recuerdos de tiempos mejores, fruto de la
pureza emocional de no haber sufrido los años de adaptación de los demás seres
humanos del Planeta; encerrados en una prisión física y mental de ideas
preconcebidas sobre la inevitabilidad de su circunstancia y sobre la aceptación
de que las cosas siempre han sido así.
Esta prisión mental y del habla de los humanos del “Planeta
de los Simios” será también nuestro futuro a medio plazo: pensar que nuestras reformas son inevitables y que no quedan opciones a la actuación gubernamental es un credo que va enraizando en la población, y que la van enmudeciendo a medida que van quedando lejanas en el tiempo.
Hay quien piensa que el pueblo español es muy paciente, pero
quizá la definición más apropiada fuera que en el fondo somos un pueblo
profundamente negativo y desvertebrado. Y esta negatividad desgraciadamente encuentra
muchos caldos de cultivo entre los españoles que aún sobreviven con dignidad a
la crisis: cierto escepticismo genético a que nada pueda mejorar; insolidaridad
con los que ya sufren; falta de tiempo para ayudar desde el sofá de casa; comprensión
con la corrupción o compartir ese mismo plano mental; desinterés político y
social a la espera de que lleguen tiempos mejores; creer siempre que otro es quien
tiene que arreglar las cosas; poca visión de futuro a pesar de estar cargados
de hijos; mucho criticar en los cafés de oficina y en casa sólo planear
vacaciones y bronceados...
El anunciado desmantelamiento del sistema de pensiones es un
gran impacto y peligroso punto de inflexión para nuestra libertad. Aunque se aplicará a finales de año, sólo
visualizaremos su impresionante alcance en unos 5 o 10 años más, momento en el que
lamentablemente observaremos nuestra realidad inmediata con completa pérdida de
perspectiva, -como los humanos del Planeta de los Simios- y aceptaremos con
sumisión que el sistema no es mejorable, -como tantas otras cosas- y que es el
mejor que podríamos tener.
Por lo tanto, se barajan dos posibles escenarios para el fin
de nuestras vidas: morir de pie o vivir de rodillas, es decir, morir en la
miseria y cobrando una pensión, o morir trabajando porque no habrá sido posible
jubilarse para no caer en la miseria. Es un plan perfecto para el Gobierno, que de este modo potenciará -en vez de recompensa por una vida de esfuerzo- la explotación laboral de los abuelos para ahorrarse el pago de las pensiones.
Leo no aterrizará en nuestro mañana, sólo lo encontraremos hoy. Mostremos oposición con todas nuestras fuerzas a
estas nuevas medidas de la especie semi-evolucionada, feudal y autoritaria que ha
conquistado nuestro Gobierno, y que nos ha encerrado física y mentalmente en
una prisión vigilada con violencia policial y vergonzosa propaganda institucional.
Rebelémonos cuando aún tenemos educación y recuerdos del sistema de pensiones y de otros triunfos sociales que ya están desapareciendo en el tiempo. Después será tarde.
Rebelémonos cuando aún tenemos educación y recuerdos del sistema de pensiones y de otros triunfos sociales que ya están desapareciendo en el tiempo. Después será tarde.
Luis Díaz
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