“El Derecho a Decidir” como concepto es una base ineludible e incuestionable
en un contexto democrático puro; asimismo se convierte en hiriente propaganda política
cuando lo garantizan dictaduras de derechas o de izquierdas; y deviene un
galimatías cuando surge en una democracia, como la española, donde no está
claro lo que somos, a dónde vamos, ni de dónde venimos. La frase ha aparecido en Catalunya en medio de la crisis como un
slogan de marca, para acompañar la celebración del que convertirán en un evento
teatral patrocinado por las clases pudientes catalanas; las mismas que hoy se
encuentran bajo un halo de corrupción, a la par que venden la sanidad catalana en
silencio al mejor postor.
Estos dirigentes políticos han utilizado en su favor las
manifestaciones del 11 de Septiembre contra los recortes del Gobierno de Rajoy.
Elaborando un cóctel de independencia y descontento social, donde no se pueden
separar los ingredientes, se han puesto al frente del pueblo catalán de forma
oportunista e interesada. Han conseguido poner de su lado personas que están en
contra de la privatización de la sanidad pública, mientras ellos, detrás de la
bandera independentista, van privatizando hospitales. La
contradicción en estado puro se sirve cuando esconden la corrupción catalana
con el mismo rictus que se hace en Madrid, Andalucía o Valencia; y pretenden ir hacia un nuevo Estado
europeo, cargados de maletines, mentiras y privilegios ocultos entre la multitud.
Vuelven a utilizar al pueblo como ya ocurrió hace 400 años.
El 7 de Junio de 1640, día del Corpus, estalló el conocido
‘Corpus de Sangre’ en Catalunya, un levantamiento de unos 500 segadores que
quemaron y saquearon las casas de los funcionarios del Rey Felipe IV y ejecutaron
diversos linchamientos, acto que dio lugar al inicio de la ‘Revolta dels
Segadors’. El pueblo tomó la decisión de
luchar contra los excesos y abusos de los soldados del Rey, bajo la política
militarista del Conde Duque de Olivares. La monarquía de Felipe IV –como las
monarquías de la Europa del momento- necesitaban del apoyo de las instituciones
periféricas para mantener su poder, lo que promovía privilegios locales que se
consideraban un inconveniente desde el poder central. En este contexto, la “Unión
de Armas” propuesta por el Conde Duque de Olivares buscaba la creación de un
gran ejército y cierta unión “patriótica” con la que vieron amenazados sus
privilegios -entre otras- las clases pudientes catalanas. Este hecho llevó a
los diputados e instituciones de Catalunya rápidamente a ponerse al frente de
la ‘Revolta dels Segadors’, para con la excusa de “luchar con el pueblo”,
defender sus propios privilegios.
Y si en algo tienen razón es que sí, todos tenemos que poder decidir. Poder decidir
sobre las acciones de Gobierno en materias importantes como la privatización de
la sanidad, los recortes en educación, o cualquier otra decisión que resulte de
vital importancia para nuestra vida en común. Poder decidir sobre el reparto de la riqueza. Poder decidir sobre el patrimonio de los corruptos y su futuro carcelario. Poder decidir cómo construir una independencia real de los tres poderes del Estado. Poder decidir si sólo queremos reyes en la baraja. Poder decidir qué políticos acabarán su mandato y
cuales no, qué jueces acabarán su mandato y cuáles no, qué altos funcionarios
son necesarios y cuáles no. Poder decidir la fortaleza e intensidad de auditorías y controles
administrativos. Poder decidir sobre el blindaje constitucional de las pensiones de los abuelos, entre otros logros sociales. Poder decidir sobre la protección de la cosa pública ante la insaciable sed privada de beber en esta fuente. Y también poder decidir sobre la unidad territorial o no, pero siempre sin manipulación, con transparencia; y con las máximas de libertad, igualdad y fraternidad.
Si prestamos atención a las clases político-burguesas que nos están invitando a decidir; escucharemos cómo nos invitan a decidir sobre si el poder lo tendrán los Grandes de España o los Grandes de Catalunya; en ningún caso podremos decidir sobre sus privilegios de clase.
Probablemente España necesite cambios y personas que los lideren, pero los que ahora hay, es seguro que no sirven.
Luis Díaz
Luis Díaz
El canvi comença en les més petites accions, en les més quotidianes i en cada una de les persones...
ResponderEliminarCierto. Y porque cuesta tanto esfuerzo, hay que vigilar quien se pone delante a rentabilizar esas acciones.
EliminarSaludos. Luis