viernes, 14 de diciembre de 2012

De Tortura y de Cultura





Explica Mircea Eliade el mito del origen de los tubérculos y cereales como excrecencias de una divinidad femenina asesinada. Cuenta el mito que tras despedazarse el cuerpo de la diosa muerta y enterrar sus fragmentos, de éstos brotarán plantas nutritivas y otros elementos necesarios para la agricultura. El mito significa que las plantas nutritivas son sagradas, hechas de sustancia divina, y al alimentarse el hombre de ellas, come en última instancia, el cuerpo de un ser divino. Se plantea la agricultura como el resultado de un asesinato primigenio y sagrado. En este contexto cultural, está justificado el por qué los paleocultivadores rememoraban el mito del asesinato primordial con la realización de rituales de sacrificios humanos y canibalismo.


Por otro lado, Martine Segalen nos habla de rituales contemporáneos y de la pasión por las corridas de toros y la caza. En las corridas de toros destacan la gloria valerosa del torero y lo vinculan con el animal en una lucha ritual hasta la muerte del toro, con la participación de los aficionados, que potencian la sociabilidad entre ellos. En la caza pasa algo similar al ser un rito de paso o de sociabilidad de sus individuos (viaje de ida y vuelta entre lo doméstico y lo salvaje): separación de la comunidad, búsqueda del animal, compartición del animal.


El valor cultural que da el conocimiento de los rituales es indiscutible y no deja margen a la duda. Sin embargo, es evidente que a pesar de la belleza cultural del ritual del asesinato primordial, a nadie se le ocurrirá reproducirlo; mientras, que es paradójico a su vez, que esta misma consideración no se aplique hacia los rituales que torturan a los animales; y que además sean ampliamente aceptados por un pueblo que parece usar ese instinto primitivo y no la razón en un mundo tecnológico -hoy es absurdo torturar animales para sociabilizar. Aunque lo peor es que estos rituales son jaleados por eruditos contemporáneos, como Sánchez Dragó, que descolocados intelectualmente, darían hasta su brazo derecho por pasar una noche en el Coliseo Romano de hace 2.000 años sentados en las fauces de un león.

Deberíamos aprender  de la relación que tuvieron con la Naturaleza las tribus indias norteamericanas. La carta que Seattle, jefe de los indios duwamish remitió en 1855 al entonces presidente de los EE.UU. es un ejemplo del desprecio que el mundo que se llama civilizado imprime sobre culturas que no entiende y sobre animales que insensibiliza en su imaginario. Decía Seattle: “(…) ¿Qué es el hombre sin animales? Si todos los animales desapareciesen, el hombre también moriría, por la gran soledad de su espíritu. Lo que le suceda a los animales, luego también les sucederá a los hombres. Todas las cosas están estrechamente unidas. Lo que le acaece a la Tierra también le acaece a los hijos de la Tierra. (…)”.


Luis Díaz

1 comentario:

  1. muchos protaurinos son merecedores de recibir unos banderillazos en el lomo, asi sabrán lo que siente el animal y fijo que dejarán esa sangrienta y asesina afición.

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