domingo, 6 de enero de 2013

De Obélix y de Putin


Obélix tiene una fuerza descomunal porque de pequeño se cayó en una marmita repleta de poción mágica y sus efectos quedaron en él para siempre. Habita un reducto galo y es un sentimental, heredó de su padre una cantera de menhires, y se dedica a repartirlos en su aldea. Vive en un pueblecito de galos locos cuyas peleas acaban en celebraciones, y sus diferencias tan sólo son tan fuertes como la unidad con que defienden sus derechos ante un oteante Julio César, ávido de conquista.

Pero el bueno de Obélix hoy ha roto la unidad, considera que él es muy distinto y mucho mejor que el resto de la aldea, y que su trabajo merece mayor reconocimiento que el de Astérix, que el del druida Panorámix, que el del músico Asurancetúrix o que el del vendedor de pescado Ordenalfabétix. 


Obélix ya no recuerda que la enorme fuerza que obtuvo en el accidente en la marmita sólo cobra valor para ayudar a su aldea, y que sin ésta, su singularidad pierde todo su sentido. No obstante, ha decidido que tendrá mayor éxito al lado del César Putin. Los derechos humanos y democráticos que defienden en su aldea muy distintos de los de su nuevo Jefe parecen tener menos peso que su fortuna personal.



El último reducto galo ya es un poco menos reducto sin Obélix. Obélix sin la aldea, ya no es Obélix. Y Depardieu tampoco es ya el gran actor, ahora es sólo Barbarroja, el pirata perdedor.

Luis Díaz

1 comentario:

  1. el Capitan Trueno6 de enero de 2013, 12:19

    Es tu opinión... muy respetable y muy bien trubada !!

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