Roland Topor (1938-1997) ha sido uno de los
grandes autores originales del siglo pasado. Con un casi hiriente humor negro
ha elaborado provocadoras recetas de ”Cocina Caníbal”. Es un ejemplo la receta
del “Inocente en Apuros”:
"Coja a un inocente, desnúdelo, pisotéelo, dele patadas,
mátelo, córtelo en trozos de un mismo grosor y métalo en la olla con un gran
trozo de mantequilla, sal, pimienta, especias, chalotes y perejil picado.
Déjelo freír un tiempo, añada un trago de vino blanco y un poco de
caldo. Cuando el inocente empiece a hervir, retírelo del fuego y sírvalo sobre
un mantel bien apurado. Cómalo discretamente mientras habla de otra persona”.
Es difícil quedar
indiferente a este tipo de textos vanguardistas porque consiguen transmitir y contagiar
al lector cierta ansiedad y empatía hacia los seres humanos cuyas vidas son
arrebatadas para ser convertidas en ingredientes de cocina. El poco valor dado
a la “vida” en las recetas alcanza el efecto contrario.
Y quizá la reflexión de esta lectura nos podría predisponer para empatizar también con el valor de la “vida” de otros animales que nuestra sociedad habitualmente consume con el mismo tono despectivo y rutinario que Roland Topor exhibe en sus recetas cuando habla de personas. Baste sustituir las palabras de la receta que hablan de animales ‘homo sapiens sapiens’ por otros animales como “pollo” o “pulpo” para que la macabra receta transmute en algo conocido y muy apetitoso.
Aunque la misma cavilación en defensa de la "vida" de los animales que encontramos tras leer a Roland Topor, podríamos también hallarla en la narración lírica de Juan Ramón Jiménez, "Platero y yo", pero en un tono más humano.
Y quizá la reflexión de esta lectura nos podría predisponer para empatizar también con el valor de la “vida” de otros animales que nuestra sociedad habitualmente consume con el mismo tono despectivo y rutinario que Roland Topor exhibe en sus recetas cuando habla de personas. Baste sustituir las palabras de la receta que hablan de animales ‘homo sapiens sapiens’ por otros animales como “pollo” o “pulpo” para que la macabra receta transmute en algo conocido y muy apetitoso.
Aunque la misma cavilación en defensa de la "vida" de los animales que encontramos tras leer a Roland Topor, podríamos también hallarla en la narración lírica de Juan Ramón Jiménez, "Platero y yo", pero en un tono más humano.
“Platero
es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón,
que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual
dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia
tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y
gualdas.... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un
trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal.... (…)”
Luis Díaz
Carambanos Luiggi se dice frecuentemente que la venganza es un plato que se sirve frio, pero tu no has tardado nada en freir ( refreir) deglutir y digerir el texto de Topor...
ResponderEliminarEres voraz como un lobo lector, esa es tu mayor cualidad, a parte del humanismo. o quizas deberia decir bestialismo ?? enohorabiiuena por tu post lo recomendaré a toda mi clientela.